lunes, 14 de diciembre de 2015

RECUERDO CON AÑORANZA AQUELLAS RELAJANTES

Recuerdo con añoranza aquellas relajantes
tardes de otoño. Tardes de inspiración, de sueños.
Tardes de proyectos e ilusiones. Tardes de creación
poética, del estímulo que me producía
escribir mis primeros versos. Poemas ligeros,
sencillos, versos limpios de juventud,
de iniciación en esta pasión que brotaba
en mi espíritu, que comenzaba a ser el foco
de mi realidad sensitiva. Alegría y emoción
por la vida literaria, por descubrir la mayor
de mis actividades, la más dulce verdad
que me inundaba de adorables pensamientos.
¡Cuántos sueños en la nueva realidad
que se me presentaba! ¡Qué tardes otoñales!
       ¡Qué tardes de otoño,
       ni frío, ni calor,
       y un suave amor
       que me despertó!
                                   Así rezaban aquéllos
primeros versos juveniles, era el despertar
de mi mundo cuando la anterior
etapa había sido difícil. Nada más agradable
que descubrir el arte literario, nada más atrayente
que crear poesía y sumergirme
en el género más puro que me inundó
de emociones y deseos por iniciar
una vida más dichosa, unos objetivos
más cálidos y felices. Tardes de otoño
iluminando mi segunda etapa creadora.
Tardes mías para siempre porque toda
esta pequeña aventura giró mi destino,
transformó la que iba a ser una vida
más triste y pasiva que no deseaba.
Tardes de antología en las que nacieron
aquellos poemas que perdí, que no conservé
pero en mi recuerdo quedaron
grabados porque fue con ellos
cuando existió el punto de partida
que desembocaría en muchas otras tardes,
en muchas otras mañanas, tal vez noches,
en las que mi persona se cultivó
creando, sintiendo intensamente esta experiencia.
Tiempo que siempre quise y que siempre será
la fruta jugosa de mis días,
la promesa fiel de mis intenciones,
la aurora celestial que durante
muchas tardes me condecorará
al igual que aquéllas de otoño,
tardes para siempre iluminando
las perspectivas de mis sueños futuros.

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