un manantial constante de inspiración
de casi toda mi poesía amorosa.
Hermanas mías, la belleza,
el encanto, la sencillez y la inteligencia
que desbordabais me enamoraron,
me entusiasmaron y me produjeron
un aguijón enorme para inclinarme
por la creación lírica en torno
al que yo creía vuestro extraordinario
mundo. Me hicisteis tanto soñar,
fue tanto y tan intenso el cariño,
la pasión y el afecto y admiración
que os profesaba que no hice
otra cosa que expresarlo a través
de la herramienta de la poesía.
Hermanas mías, cuánto encanto
manifesté por vosotras, entrañables
criaturas, dulzura de doncellas,
cuántos deseos y ansias soñadoras
por llegar con cualquiera a la fusión
romántica, a un desenlace feliz
y tan precioso y lindo para mi vida.
Nunca pude probar nada de lo que tanto
adoraba de vosotras, pero la creatividad
que me aportasteis fue copiosa, la fuente
de numen inmenso no dejó nunca
de circular en mi mente y en todas
mis entrañas durante mucho tiempo.
Hoy todo ese torrente de inspiración
quedó extinguido y mi horizonte literario
va por otros derroteros desde hace ya
toda una existencia. Han sido
demasiados años sin recordaros apenas,
sin teneros presente en mi vida
tanto artística como personal
porque el tiempo lo borró ya todo.
Pero tantos sueños míos de poeta
en torno a vuestro encuentro sentimental
en aquellos años gratos de lozanía,
me produjeron un caudal enorme
de obras literarias que han quedado
para siempre reflejadas y testimoniadas.
Y quedará el exagerado universo
de sentimientos y celestiales pasiones
que inundaron mi corazón impulsivo
durante aquella etapa maravillosa
de nuestra juventud en los años ochenta.
