domingo, 29 de mayo de 2016

COMPAÑERA DE VIAJE

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Juan se acostó pronto, en la tarde-noche del viernes, después de haber organizado los preparativos para el viaje de fin de semana a su ciudad de origen. Era un joven funcionario que había sido destinado a otra ciudad de su misma región debido a que en la capital donde vivía no pudo coger la plaza correspondiente porque no obtuvo en su examen el resultado que necesitaba. Era la primera vez que había salido fuera de entorno natal y en un principio se sintió inquieto y nervioso de tener que vérselas solo en otra ciudad, pero observó que ya era mayorcito y que todo sería acostumbrarse y echarle valor a la nueva vida que le había tocado, una vida afortunada porque había conseguido eludir muy tempranamente el problema del paro y su porvenir ya lo tenía asegurado para siempre. Era la primera vez que visitaría a su familia después de los dos meses que llevaba trabajando y no quiso hacerlo antes porque estaba asentando y organizando su vida en esta ciudad. Se levantó temprano, se arregló, cogió los bultos y salió rápido a coger el autobús que le llevaría a la estación ferroviaria donde se subiría en el tren que le dejaría en su tierra natal. Solo iba a estar dos días, pero sí el tiempo suficiente para ver a los suyos y que supieran cómo evolucionaba su nueva vida. El viaje para tan poco tiempo era precipitado --pensó-- pero él ya quería saber qué había sido de los amigos que dejó allí y recobrar la identidad perdida con su ciudad. A Juan no le atraía mucho viajar, pero después de dejar el andén y subir al moderno tren se sintió muy a gusto y relajado sobre todo por la hermosa compañera que tendría durante el viaje, con la que podría disfrutar de un agradable trayecto. Tuvo la suerte de no tener más compañías en el departamento y pensó que la fortuna estaba con él al haberle correspondido viajar con esta chica a solas, quien en un principio le ofreció poco diálogo y permaneció seria, pero que después, conforme avanzaba el viaje, profundizó con Juan en sus vidas y asuntos, por lo que ambos comenzaron a sentirse muy atraídos y entusiasmados.

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Esther vivía en la misma ciudad que Juan, eran paisanos, pero hasta el presente encuentro nunca se habían visto, no se conocían y tuvo que ser en esta circunstancia en la que comenzaran a sentirse impulsados y felices de relacionarse. Esther era estudiante de Biología, tuvo que irse a esta ciudad, al igual que Juan, aunque observó que la situación de este joven era más relajante que la suya. Juan ganaba un sueldo con su trabajo, sentía el bienestar de haber resuelto su vida. Ella tendría que seguir estudiando y sacrificándose para sacar adelante su carrera, al mismo tiempo que sus padres se esforzaban económicamente porque la beca que le concedieron no lo cubría todo. Juan se sintió muy impresionado con el diálogo que Esther le estaba ofreciendo pues ni tan siquiera prestó atención a los hermosos paisajes naturales que tanto le gustaba contemplar y que se observaban plenamente durante la mayor parte del trayecto ferroviario. Estos dos jóvenes hablaban de todo: de sus vidas, de sus aficiones, de sus pasiones, de sus proyectos, de sus ilusiones, de su futuro...

  --Es una ventaja y un bienestar muy grande el que seas funcionario tan joven...
  --Sí, pero también me ha sido muy difícil conseguirlo, aunque reconozco que la suerte también me ha acompañado. No obstante, estudiar una carrera y más cuando te gusta y te sientes fascinado por ella tampoco está nada mal...
  --En efecto, pero no sé si compensará con el tiempo...
  --Sí, yo te puedo poner el ejemplo de que tengo compañeros de trabajo que son licenciados y que al final han acabado en mi misma situación laboral, el subempleo es una triste realidad...

Durante un largo rato la conversación versó sobre este tema, pero tanto Juan como Esther estaban dispuestos a charlar sobre cualquier asunto que surgiera, el viaje era largo y tendrían la oportunidad de amenizarse con una tertulia diversificada y estimulante para ambos...

  --¿Ha cambiado mucho tu vida desde que te marchaste a estudiar?
  --Pues la verdad es que sí, me encuentro más animada de conocer otro entorno que el de nuestra ciudad, pues en ella no me había relacionado mucho; parece ser que en esta capital me siento más comunicada, tal vez al verme despegada de mi vínculo familiar me hace tratar más con los compañeros y hacer buenos amigos y amigas... nuestra ciudad es más aburrida que esta en la que creo que hemos tenido la suerte de instalarnos...
  --Es cierto... aunque yo apenas me he relacionado todavía en los dos meses que llevo trabajando y me encanta haberte conocido... podríamos, si te parece, vernos a partir de ahora y salir cuando nuestras ocupaciones nos lo permitan...

Esther sonrió y se mostró conforme y entusiasmada ante la actitud deseosa de Juan, en el que advirtió gran admiración y gusto hacia ella. Dialogaron no solo sobre sus vidas, trataron muchos otros temas: Juan comentó con Esther sus conocimientos sobre Zoología, Geología, Paleontología, etc. y fue éste el motivo por el que ella comenzó a ilusionarse con este chico que la sorprendía en muchos de estos aspectos. Esther era una entusiasta de las Ciencias Naturales y hablar sobre estos temas la maravillaba. Comenzó a sentirse impresionada ante los conocimientos de Juan, quien le comentaba aspectos de sus materias de estudio que hasta ella, aun con su experiencia y dedicación, ignoraba. Juan le dijo que todos estos temas le habían fascinado siempre pero no pudo seguir el camino de ella porque prefirió asegurar su vida cuanto antes después de finalizar el bachillerato. Juan le comentó que los temas que estudió en su etapa de opositor no solo le aburrieron sino que lo agobiaron y le costó gran esfuerzo comprenderlos y asimilarlos, pero mereció la pena porque al final todo le salió bien y prosperó en sus objetivos.

  --Y ahora, en tus ratos libres, ¿Qué más te gusta hacer?
  --Pues precisamente me dedico a saborear las lecturas de los libros de Ciencias Naturales con los que estudié en el bachillerato. Soy autodidacta y los momentos en los que puedo dedicarme a estas mis materias favoritas los aprovecho plenamente. No obstante, me atrae la cultura en general y más adelante me gustaría poder dedicarme con más intensidad a muchas otras materias, pero cuento con poco tiempo...

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Esther y Juan dialogaron sobre toda la multiplicidad de saberes en los que les encantaría sumergirse además de las disciplinas científicas, y tanto uno como otro se sintieron atraídos porque se compenetraban en todo lo que reflexionaban y comentaban. Y debido a esta hermosa realidad que se abría paso en sus vidas ambos sintieron el instinto y la atracción de que se gustaban por toda suerte de razones. Juan no se esperaba después de la monotonía vivida en los dos últimos meses en la ciudad donde trabajaba, que iba a conocer con tanta fortuna a esta mujer que se acoplaba perfectamente a sus deseos. Y más aún en el moderno tren en el que tanto le fascinaba viajar, en el que quedó maravillado durante su anterior desplazamiento al contemplar la fabulosa sierra montañosa por la que atraviesa. Pero aquél trayecto Juan lo hizo nervioso ante la soledad en la que se vería en la capital a la que le destinaron. No se le ocurrió pensar que en el siguiente viaje conocería a Esther, esta joven universitaria que le abrió un nuevo horizonte en el planteamiento de su vida.


sábado, 28 de mayo de 2016

LA HUELLA DEL AMOR

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Hacía ya tiempo que Gabriel no sabía nada de aquella chica que un día conoció en el parque, con la que hizo footing y toda clase de ejercicios gimnásticos durante varios meses y con la que llegó al amor durante los últimos días que disfrutó de su compañía. Gabriel no se explicaba qué había podido pasar, qué sucedió para que no la volviera a ver en el parque al que tanto solía ir a correr. Y todo fue repentino. Después de haber pasado una noche en su compañía, aquella placentera noche lluviosa de otoño, quedaron en verse como siempre, en el parque, para desahogarse con el ejercicio físico que tanta salud y bienestar transmitía a sus vidas. Luisa fue reacia desde el primer momento a hablarle de su vida privada. Tampoco se interesó demasiado por la de Gabriel, a quien no le importaba comentarle todas las actividades y proyecciones que rodeaban su vida. Gabriel la recordaba con tristeza y desconcierto porque no sabía qué podía haber pasado para que después de la espléndida noche sentimental que Luisa le brindó --con entrega y pasión desmesurada--, desapareciera de su vida. Gabriel pensó que aquella noche se la dedicó con tanto afán porque era su despedida. ¿Qué pudo haber pasado? ¿Se habría ido a vivir a otra ciudad? ¿Estaría casada? Gabriel se debatía en toda esta serie de interrogantes ante esta mujer que surgió en su vida y que no le dejó concluir en los que eran sus sinceros y nobles deseos hacia ella. Todos estos pensamientos giraban en su mundo presente porque desde entonces no se había relacionado amorosamente con ninguna chica y este largo periodo de soledad le hacía recordar aún más aquellos días de compañía deportiva que se esfumaron de su realidad tal vez para siempre.

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Así parecía que iba a ser la vida de Gabriel, monótona y desolada por la falta del ingrediente amoroso que tanto necesitaba. En todos sus intentos por relacionarse formalmente con las chicas que deseaba fracasó. Solo fue Luisa, aquella dulce y encantadora joven, quien le manifestó simpatía y gozo, ilusión y ardientes ganas de vivir. Pero Gabriel recapacitó últimamente y pensó que esta mujer no era la única, que todo consistía en tener la fortuna de dar con una doncella de las muchas que circulaban por su ciudad y que le gustara, que le convenciera y se sintiera realizado con su compañía, situaciones que solo disfrutó con aquella mujer que empezó a querer olvidar. Y el olvido llegaría --como casi siempre--, al sentir el bienestar de una novedad: Gabriel conoció a una muchacha que le sumergió en una ópera amorosa tan intensa o más a la que sintió con Luisa, aquella atrayente estrella enamorada de sus deportivas tardes. Cuando Soledad se interesó por el pasado de Gabriel no se esperaba que fuera tan pobre en cuanto a su vida sentimental, le parecía que este hombre que llenaba de sueños felices y energía vital su presente había gozado de un pasado más movido. Aunque Gabriel le manifestara con sinceridad su única relación, Soledad se extrañaba porque observaba que Gabriel era un joven maduro, cultivado, inteligente y que no merecía ni aparentaba el rechazo que había sufrido por parte de las muchas chicas que lo conocían. Pero a Soledad no le disgustaba ni mucho menos: en Gabriel había encontrado lo que todas las otras no supieron valorar.

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Gabriel finalizó sus estudios de ingeniería y sus perspectivas futuras se presentaban muy ambiciosas. Soledad se sentía feliz con la verdad de la que disfrutaba. Pronto se casarían, deseaban unir sus vidas para siempre y Soledad lo preparaba con deseos y prisas: como lo dejara para más adelante podría tropezarse en su camino cualquiera de las muchas tías que en su momento lo rechazaron y que ahora, al parecer, sí se acordaban de él.

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Tras esta etapa de actividad sedentaria, Gabriel sintió deseos de volver a ejercitar su cuerpo con el deporte. Recordó su pasado en el parque con Luisa. Soledad preparaba su casa, su matrimonio, su futuro. Gabriel corría siempre que podía y un día su sorpresa fue mayúscula, quedó perplejo cuando una mañana temprano se encontró en el parque con aquella joven que fue la magia de sus sueños.

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Luisa se fue directa para Gabriel, lo abrazó y besó con intenso deseo y tras este saludo efusivo y emocionante ambos se pusieron a hablar muy inquietos, se cruzaron las palabras con rapidez ante la sorpresa que se llevaron. Sin duda era Luisa la que más tenía que contar, y aclaró a Gabriel todo lo que pasó para que se fuese a vivir a otra ciudad durante todo este largo periodo de tiempo. Gabriel se sintió atónito ante la amplia historia que Luisa le relató de su vida: hubo problemas familiares, de herencia y otra serie de acontecimientos durante aquellos meses en los que estuvo corriendo con él. Fue precisamente el estrés y la angustia que padeció lo que le llevó a desahogar toda la adrenalina con el deporte. Asimismo le comentó a Gabriel lo feliz que se sintió con su compañía y le interrogó cómo iba su vida ahora y si había culminado los proyectos de los que le habló. Gabriel le contó su versión y Luisa quedó bastante frustrada, pero comprendió que la vida evoluciona, que las personas cambian y se les presentan nuevas realidades que obstaculizan retornar a los deseos y a las ilusiones del pasado. Gabriel se sentía impresionado de la belleza y el encanto de Luisa que tanto le hizo delirar, pero no quería, ni estimaba justo y razonable acabar con la felicidad que Soledad y él ya sentían. Su futuro estaba ya planteado con la que iba a ser su mujer y Gabriel meditó en torno a estos casos que se dan en las relaciones humanas. No se culminan, no se realizan, no se consiguen muchos de los sentimientos que se despiertan en el corazón y las personas que se sueñan y se quieren no acaban fusionadas, se dividen, se separan sus destinos y su verdad se les presenta diferente. Gabriel le confesó a Luisa que se enamoraba al verla, pero su mundo sentimental era ya otro, aunque, eso sí, le reiteró que el chispazo sensitivo, emocional, de pasiones y felices jornadas disfrutadas en su compañía quedarían grabadas en la memoria de su vida.

viernes, 27 de mayo de 2016

LA VERDAD CONQUISTADA

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La juventud había que aprovecharla y vivirla intensamente. Este era el planteamiento de Jesús, un joven de veinte años que deseaba sacar fruto de su presente, después de la adolescencia tan problemática y accidentada que había padecido. No quería más oscuridad en su vida y comenzó a organizar y proyectar su futuro, ahora que el ingrediente fundamental de su existencia --la salud que tanto le había fallado en su pasado-- lo había recuperado. Ahora podría disfrutar de los atractivos de su plenitud vital, pero era responsable del desempeño de una actividad laboral para ganarse su porvenir en la vida. No tardó Jesús en encontrarlo a través de las relaciones de su familia y ahora se sentía muy feliz y realizado; ya tenía trabajo, un sueldo corto pero suficiente de momento. Era la circunstancia oportuna para relacionarse con más gente, introducirse en círculos y ambientes juveniles a los que no había tenido apenas acceso debido a la enfermedad que asoló su pasado. Jesús se lo quería montar bien, eso lo tenía muy claro y ahora la psicología de su trabajo le facilitó tener ese don de palabra o esa elocuencia que tantos buenos resultados otorga en las relaciones con los demás. En efecto, su personalidad se transformó totalmente. Jesús se convirtió en un chico hablador, atento, avispado y simpático que coordinaba con toda clase de personas, convencía y estimulaba en el diálogo, su fino sentido del humor hacía honda sensación en todas las chicas que lo trataban. Aunque Jesús no era ambicioso en sus proyectos futuros y quizá nunca destacara en los ámbitos de la vida porque estaba convencido de que eso solo es para los mitos y no había nacido para ser algo así, él sí deseaba al menos absorber los muchos placeres que la vida puede otorgar. Mientras trabajaba en el comercio textil en el que tan buenas amigas había encontrado se relacionaba también con otras chicas que conoció a través del único amigo de su infancia que fue quien más lo supo comprender y quien más le apoyó en su encuentro con la vida. La facilidad de palabra de Jesús, su alegría, su honradez, sus agradables expresiones, impactaron notablemente en las chicas a quienes les importaba olímpicamente su categoría profesional porque preferían la humanidad y calidad de persona que había en él; sus sentimientos, sus emociones, su vitalidad, creaban bienestar en todas las personas que lo trataban. Con esta positiva y favorable forma de ser el amor llegaría a su realidad presente, pero quiso en un principio disfrutarlo con variedad, probarlo con muchas mujeres, no amarrarse y quedarse sujeto a la primera que llegara y desconectarse de las demás. Se definía como hombre de muchas mujeres, no deseaba la monotonía de engancharse con una nada más y esta actitud la podía aprovechar ahora que era joven y dejar para el futuro la estabilidad con una sola. Así transcurría su vida y llegó su primera relación heterosexual, la culminación de sus planteamientos en los que siempre buscó con deseo su primer fruto amoroso. Su primera aventura dio paso a otras muchas pero él siempre recordaría ésta con más placer y satisfacción porque fue la más extasiosa impresión que recibió de una mujer.

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Jesús se enfrentó con relajación y naturalidad a esta dulce experiencia, que llegó con la más hermosa chavala de las compañeras de trabajo; al menos era la que más le gustaba y tras enamorarla vivamente acordó disfrutar en su compañía de una espléndida jornada sexual que colmara de gozo sus vidas. Lola estaba deseosa de llegar a su primera aventura, quería acabar con su virginidad y más con una persona de la calidad de Jesús... el tiempo pasaba, los años se sucedían y esta joven se decidió a desahogar la ardiente sed amorosa que la dominaba. El encuentro se presentó además en una ocasión propicia como era la noche de fin de año. Estos dos jóvenes querían fusionar sus cuerpos después de la fiesta a la que acudieron y todo fue despacio, poco a poco; en la pensión a la que fueron se sintieron cómodos y expectantes ante la oleada de placer y éxtasis sexual que se les avecinaba. La primera impresión al verse solos fue regocijante en su plenitud. Jesús deliraba al ver como Lola se desnudaba: desde que la conoció había soñado con que llegara este momento en el que pudiera gozar y vibrar de verle los dos hermosos pechos que Lola le mostró con el morbo y el deseo de que se los devorara. Jesús disfrutó alucinado, sintió esta ópera sexual intensamente al mismo tiempo que Lola no se preocupaba demasiado por el dolor que sentía al desvirgarla Jesús porque junto a ese dolor estaba la satisfacción de que comenzaba a hacer el amor y que la llama apasionada de la vida la estaba probando y palpitando arrolladoramente. Así le sucedió también a Jesús que pensaba que esta experiencia la debía proseguir en cantidad y variedad porque la vida juvenil había que saciarla y él poseía un encanto especial que podría llevarle a ser objetivo sexual de muchas de las jóvenes que conocía, las que sin duda buscaban que Jesús les correspondiera con el talento seductor que tanto las entusiasmaba.

miércoles, 25 de mayo de 2016

UNA NUEVA VIDA

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Era una mañana de sábado y a Jorge le apetecía descansar. Había tenido una semana muy agitada de trabajo y las dos últimas veladas las había compartido con una antigua compañera de facultad que disfrutaba de un corto permiso y había decidido pasarlo en esta ciudad. Jorge era soltero y hacía dos años que se había emancipado de su vida familiar, vida siempre difícil y en conflicto con sus padres y hermanos que no comprendían sus inquietudes y sus actitudes que para él eran de lo más positivas y normales. Pensó que no merecía ese trato y un buen día, cuando aprobó las oposiciones, dijo a su familia que se iba y que les fuera bien que por su parte no quería verlos nunca más. Y así fue. Su familia había frustrado sus estudios de Filología, porque ante tanto sin vivir decidió estudiar las oposiciones y abandonar la carrera. Pero el presente que vivía era favorable y prometedor pese a estar todavía solo: hacía lo que más le apetecía, disfrutaba de un buen sueldo, gozaba de buena salud y del bienestar que supone estar libre. Se sentía cómodo y seguro. No obstante, estos dos años habían transcurrido demasiado solitarios y Jorge deseaba tener más relaciones amistosas, sobre todo cuando la vida de soltero lo requiere más. Las dos noches pasadas se había sentido muy feliz con esta amiga que justamente cogió el mismo camino que él cuando estudiaban en la facultad y se decidió por una colocación fija del Estado. Jorge se había acordado mucho de ella durante estos dos años en los que dejaron de verse y se preguntó en numerosas ocasiones qué había sido de su vida, porque se dio la extraña coincidencia de que ambos no comentaron nada en su día de sus objetivos y proyectos. Después de terminar el curso, pasó el verano y ya no se volvieron a ver. Jorge no sabía su dirección ni su teléfono y no quiso localizarla últimamente porque pensaba que ya podría tener novio o incluso estar casada.

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Mientras Jorge soñaba y una infinidad de pensamientos inundaban su cabeza ante la sorpresa de las dos jornadas vividas sonó el teléfono. Pensó que podría ser ella, la mujer que de nuevo se introducía en su vida. Fue deprisa a cogerlo y, efectivamente, esta joven amiga quería estar con él. Los dos se hablaban con ilusión, los dos deseaban estar juntos y unir sus vidas ahora que ya nada podía impedírselo. Jorge le dijo que no tenía planes para todo el día y que estaba cansado, pero en seguida desayunaría, se arreglaría y esperaría con mucho agrado su visita. A la media hora ya estaba allí, sonó el timbre y esta hermosa mujer se presentaba ante Jorge. Nada más ver lo elegante y atractiva que iba sintió deseos de abrazarla y besarla. Ante su timidez fue ella quien se le acercó y lo saludó con seducción diciéndole: --Aquí estoy contigo, Jorge, ¿te gusta que te visite? Pasaron para adentro y le enseñó su pequeño pero bien cuidado apartamento. Ella se sintió sorprendida de la limpieza y el orden que presentaba. Esta mujer había notado en Jorge durante las dos noches anteriores lo tímidamente que le hablaba y los temas que le exponía que no solían rozar la sensualidad y el encanto de dos personas que tienen todo el espacio resuelto para llegar al amor. Por esto ella quería sentir el amor de Jorge quien debido a su cortedad y torpeza para relacionarse con una mujer seguía todavía soltero. Jorge le dijo una vez que le enseñó el apartamento que podrían salir a dar una vuelta porque el día era primaveral, pero su amiga solo le refirió que iba a entrar en el cuarto de baño. Jorge, tan inocente como siempre, esperó y al abrir la puerta contempló atónito lo que nunca pudo sentir de la vida: estaba completamente desnuda, un cuerpo precioso, unos senos sorprendentes, una mujer que se le atragantaba entre la sorpresa y el manantial de los deseos y las sensaciones. --Jorge, ¿a qué esperas? --le dijo. Y Jorge esta vez no lo pensó ni un instante más. Se desnudó y se fueron directamente para su cama que aún no había hecho. Nunca pudo imaginar esta aventura Jorge y más con su antigua compañera de facultad, la única chica que le supo comprender y que ahora se acordó de él para iniciar el feliz y trascendente camino de sus vidas.

domingo, 22 de mayo de 2016

LA PLAYA DESIERTA

El verano había terminado y la playa estaba prácticamente desierta durante los anodinos días del mes de septiembre. Aburridos días si se comparaban con la oleada de los meses de julio y agosto en los que la playa estuvo abarrotada de gente venida de muchos lugares. Movida por todas partes, por las noches la juventud, la infancia y personas de todas las edades paseaban por el pueblo veraniego. A cualquier hora de la madrugada un ambiente cálido y comunicativo, de expansión y regocijo, era el atractivo de las discotecas, bares, cines y demás medios de diversión con los que contaba esta localidad durante los meses vacacionales. Pero todo el brillo radiante del celeste verano se acabó, se hizo muy corto y la energía y los deseos de absorberlo se habían extinguido porque la soledad era lo único que quedaba en el pueblo durante cualquier hora del día o de la noche. Javier paseaba triste y solo por la playa que esta vez encontró abandonada. Iba pensando en el verano, en sus gozos y en sus frustraciones y se centró en estas últimas que eran las situaciones que más insistentemente se habían manifestado en esta etapa vivida. Era la realidad que más remordimiento producía en sus sentimientos. Javier tenía dieciocho años y había veraneado en esta playa desde los quince; cuatro años que habían transcurrido monótonos en cuanto al amor se refiere. Esta era la causa de su tristeza, había pasado otro verano más sin sentir la llama amorosa que tanto quería recibir de la vida. Para él se trataba de la fecha más propicia para relacionarse y absorber más intensamente la dicha amorosa durante la flor celestial de su juventud. Paseaba por la playa meditando sobre el pasado, sobre el presente y sobre el futuro. Pensaba en el pasado, en el más reciente verano y no encontraba la verdad que hubiera deseado sentir. El presente y el futuro le agobiaban igualmente. En su presente se encontraba solo, escuchando el bramar de las olas. Ya le quedaba poco tiempo para marcharse a su ciudad, para comenzar la rutina de todos los años aunque esta vez era distinta en un aspecto: comenzaba sus estudios universitarios. Pero no sentía ilusión por nada tras el fracaso amoroso del verano. Había quedado angustiado y presentía que nada interesante le iba a suceder durante este próximo curso en la universidad. Todo seguiría igual. Tendría que esperar la llegada del futuro verano que se le hacía infinito. Pero Javier quería dejar la playa con la promesa y la esperanza en su meditación de que para el año próximo todo podría ser distinto y olvidar con una mujer en su vida lo que fue este obsesivo día de septiembre.

                                              Junto al bramido de las olas
                                              va conmigo una mujer morena
                                              que me quiere y me enamora,
                                              que me acaricia y que me besa,
                                              mientras sepulta en el olvido
                                              el pasado triste que se aleja.

sábado, 21 de mayo de 2016

UN ENCUENTRO CON EL MAR Y LA MONTAÑA

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Se aproximaba la llegada del verano y hacía muy buen tiempo por lo que la joven pareja decidió pasar el largo fin de semana lejos del entorno urbanístico que no habían abandonado en todo el año. Desde que se conocieron las pasadas vacaciones en una pequeña localidad costera estaban saliendo juntos en la ciudad donde residían, una gigantesca urbe que ofrecía toda clase de atractivos en cualquier época del año. Durante todos los fines de semana habían frecuentado sus bares y discotecas de moda. Después de haber disfrutado de las complacientes fiestas primaverales que se celebran todos los años les apetecía viajar, y esta vez lo harían en el nuevo coche que se había comprado Juan, un modelo de plena actualidad con el que ya quería estrenar un primer trayecto largo, puesto que hasta la fecha solo lo había utilizado para ir a su lugar de trabajo. Juan soñaba con pisar la montaña, deseaba visitar una de las zonas naturales más hermosas que había conocido y esta pasión se le acrecentaba porque solo había contemplado estos parajes en una ocasión, cuando siendo pequeño fue de excursión con su colegio. Esta sierra se encontraba bastante alejada de la ciudad, en una provincia colindante, pero Luisa prefería ir al mar a recordar el lugar donde se conocieron, aquel pueblecito costero donde tanto disfrutaron en el pasado verano y a partir del cual unieron sus vidas. Tras discutir ambos su objetivo de viaje no llegaron a un acuerdo, pero fue una hermana de Luisa la que les aconsejó que fueran a una ciudad muy conocida en donde se daban ambos atractivos, la montaña y el mar. Esta ciudad se encontraba muy distante, pero merecía la pena visitarla porque ambos quedarían satisfechos con los contrastes que poseía, podrían comprar algunos recuerdos, comer en cualquiera de sus muchos restaurantes y vivir unos espléndidos días de regocijo y bienestar. Juan y Luisa decidieron al final viajar a esta ciudad y aprovechar este puente de cuatro días que enlazaba el fin de semana.

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La carretera estaba saturada de coches, pero Juan y Luisa iban muy felices y deseosos de conocer esta paradisíaca ciudad. Querían absorber estos días de viaje con la mayor intensidad posible y grabar en su memoria unas jornadas semejantes a las que gozaron el pasado verano, aquella fecha que siempre recordarían. Se instalaron en un hotel cercano al mar que coincidía con estar situado al pie de una de las montañas que rodean esta ciudad. Desde la ventana del hotel se contemplaba el mar en toda su extensión visible ya que a lo lejos se perdía en el horizonte. Nada más llegar, Juan y Luisa almorzaron y tras reposar en el salón del hotel se fueron a recorrer las montañas. Luisa pensó en llevar una bolsa con algo de comida y bebidas para la merienda, pero Juan le dijo que no sería necesario puesto que por todas las montañas había bares y restaurantes. Comenzaron a trepar, realizando subidas y bajadas de todo tipo, algunas de las cuales podrían ser calificadas de arriesgadas y peligrosas, dada su excesiva pendiente. Después de varias horas de ejercicio físico, de saltar y recorrer con dificultad las desigualdades del suelo montañoso, llegaron a uno de los últimos hoteles de la zona. Estaba oscureciendo. La jornada había sido intensa, habían disfrutado de la naturaleza tal y como eran sus deseos, pero se encontraban muy cansados y decidieron cenar en este hotel y pasar la noche allí. Al día siguiente, Juan despertó a Luisa y le dijo que tenían que volver al otro hotel. Luisa respondió que se sentía aún cansada y que recorrer de nuevo las montañas sería muy duro para los dos. Pero no se presentaba ningún problema porque podrían coger un taxi que había parado allí hacía pocos minutos. Tras desayunar en la cafetería de este hotel y pagar la cuenta tomaron el coche con dirección a su lugar de origen. El conductor dialogó muy cordial y atentamente con la feliz pareja y les informó de los muchos atractivos de la zona. Al llegar al hotel, su habitación desprendía un agradable rumor marino, un estimulante ruido de oleaje y esta saludable sensación les llevó a hacer el amor. La alegría de vivir ardía en los corazones de estos jóvenes que acordaron irse a una playa desierta que estaba más apartada de la ciudad y disfrutar de un maravilloso día, semejante al que habían vivido en las montañas. Cogieron su coche y a la media hora ya se encontraban en esta playa que les recomendó el taxista. Pero no coincidía con estar desierta porque observaron numerosos grupos de nudistas que disfrutaban del sol y del estímulo erótico que se transmitían. Ante esta sorpresa, los dos se sonrieron y al momento estaban en el agua desnudos, fusionando sus cuerpos, dichosos de la vida y del atrayente espectáculo humano que contemplaban. Tras esta jornada de bienestar sexual cogieron su coche y volvieron a la ciudad. Ya habían gozado de dos hermosos días y para terminar conocieron esta capital y visitaron algunos de sus muchos lugares de interés turístico. No se olvidaron de comprar curiosos y detallistas regalos a la hermana de Luisa, que fue quien les aconsejó el viaje a esta mediterránea ciudad para que disfrutaran de estos días de descanso en el mar y la montaña.

jueves, 19 de mayo de 2016

LA CASA DE CAMPO

La casa de campo estaba ubicada en el centro de una llanura. Las montañas que tanto apasionaban a Pepito se encontraban muy lejos de su morada. Las altitudes de sus sueños, de sus ilusiones, permanecían como siempre: adornadas por unos viejos pero bellos olivos distribuidos perfectamente en ringlera. Pepito trabajaba con su imaginación en torno a su deseo de irse de mayor a vivir a las montañas. Los olivos de su fantasía. José, su padre, lo llevó en tres ocasiones a su lugar preferido. A Pepito no le era suficiente con esos tres maravillosos viajes. Mas su padre le decía que tenía que laborar su tierra, la que iba a heredar: las plantaciones de girasoles. Pepito no quería. No le gustaba la llanura. Para él era muy monótona, desértica y sin paisaje; no encontraba ningún interés en los girasoles. Los veía como un cultivo frágil, triste, sin belleza. Su futuro lo realizaría en la montaña quisiera o no su padre. Su única alternativa era la montaña de la esperanza. José estaba inquieto y pensativo ante la actitud de su hijo pues el esfuerzo y trabajo de toda su vida se le hundía ante las perspectivas evasivas de éste que solo quería la montaña. La madre de Pepito había muerto hacía dos años y cuando a José se le había pasado el dolor por lo acontecido volvía a conmoverse ante la actitud de su hijo.
 
  --Debes aceptar y acatar lo que te diga, que yo sé del campo más que tú.
  --Pero papá, llevo toda mi vida en esta árida y pobre llanura y mi única ilusión es la montaña. A pesar de todo yo estaré aquí todo el tiempo que tú vivas; todavía queda mucho...
  --En eso estoy de acuerdo hijo, pero me duele y preocupa que tú quieras vender y deshacer todos los esfuerzos, no solo míos, sino de tus abuelos y de toda nuestra generación familiar.
  --¡Alguna vez se tendría que cambiar de actividad! siempre lo mismo... además solo me has llevado a las montañas tres veces y eso es para mí como una tortura, un paraíso perdido que yo espero alcanzar algún día...
  --Me sorprende que tú quisieses desde tan pequeño dejar nuestra tierra. Y... ¿eso por qué? Explícamelo de una vez.
  --No hace falta explicar mucho. A mí me gusta más la montaña que esto. Nada más.
  --Pero no sabes lo caros que están los olivos allí arriba para que después nadie te compre las aceitunas. Cada vez se lleva más el aceite de girasol...
  --Eso es con lo que yo no puedo papá, el aceite que hay que producir es el de oliva, original de nuestras tierras mediterráneas, propio y nuestro. Los girasoles vienen importados del Perú. Nuestro aceite y nuestra tierra sin otros productos que acaben con la tradición.
  --Bueno... Haz lo que te parezca pero nunca se debe de llevar la contraria a un padre.

Al pasar un año de la conversación entre padre e hijo la situación era distinta: justamente favorable a Pepito. La cosecha de aceitunas había prosperado y los vecinos de las montañas ya pensaban en construir una nueva cooperativa. Sin embargo, cuando los girasoles eran pequeños y todavía les quedaba tiempo para madurar, una granizada torrencial azotó la cosecha de José durante varios días. Tal era la ruina que iba a sumir a padre e hijo a la pobreza. José, desesperado, no sabía cómo solucionar el problema: el año anterior la cosecha fue escasa y la mayor parte de lo que produjo lo había gastado en un tractor nuevo y en arreglar la casa. Pepito una y otra vez le repetía que se olvidase de todo aquello y que aceptase la propuesta que desde hacía unos meses le ofrecía Jerónimo el millonario. Se trataba de efectuar un trueque entre la casa y finca de José y un cortijo y finca de mucha más extensión en la montaña. Por si fuera poco, Jerónimo el millonario, ante la negativa rotunda de José, quiso pagarle más dinero. La cuestión de la generosa oferta respondía a que aquél deseaba construir una nueva cooperativa en la llanura y, por lo tanto, quería que José se uniese a todos en la tarea de crear una gran industria del aceite de oliva. Siempre necio y testarudo, José no quiso aceptar durante algún tiempo, pero ante el impulso y ruego de Pepito cedió y este fue el fin de la plantación de girasoles. Al mes del contrato, padre e hijo se encontraban en el cortijo de su nueva tierra ayudando al progreso de ésta y saliendo de la miseria que se hubiese apoderado de José en el caso de haberse resistido a seguir en la casa de campo. Pepito, más feliz y contento que nunca, madrugaba todos los días para ayudar a su padre a trabajar la nueva tierra. Por las tardes, cuando su actividad había terminado, se iba con su nuevo vecino, Javi, a buscar fósiles y rocas por las montañas. Las montañas de sus ilusiones y aventuras.

miércoles, 18 de mayo de 2016

LA ALDEA Y EL BOSQUE

Cuando el alba no había comenzado a iluminar la aldea, Robas levantó a Tito para ir al bosque a cazar. Quizás fuese el ruido de la fábrica de madera lo que había perturbado el sueño del viejo. La aldea estaba constituida por doce casitas casi idénticas y una más grande que era la del dueño del aparato que daba la vida a sus pocos habitantes. El bosque estaba cerca de la fábrica. Se trataba de un paraíso perdido. Algunos arbustos adornaban pobremente a los escasos árboles que sobrevivían a las manos del hombre. Tormes, el dueño de la fábrica, quiso repoblarlo con ayuda de los habitantes de la ciudad mas su intento fracasó debido a que en aquella no encontró el apoyo y la ayuda que necesitaba para dar una nueva vida al bosque y solucionar con el tiempo el problema que afectaba a los aldeanos. A la ciudad se le podía denominar como tal en comparación con la aldea. La habitaban unas dos mil personas. Tormes veía cada vez más duro y negro su futuro y el futuro de la aldea. Estaba angustiado, no sabía lo que hacer. La gran ciudad se encontraba muy distante. Era invierno y la nieve había cubierto parte de la angosta carretera que había que recorrer para llegar a la gran ciudad. Años atrás, Tormes tuvo un accidente durante un viaje que hizo a ésta para pedir ayuda en una serie de proyectos que luego fracasaron. Se obsesionaba con ir y cuando se decidía a hacerlo se arrepentía. Repoblar un bosque costaba mucho dinero y muchos medios y la escasez de lluvias reinante en la aldea era patente. Las dos fuentes que calmaban su sed no manaban desde hacía un mes. Cano, el alcalde de la ciudad, se decidió a ayudar a la aldea transportando agua en los dos camiones del Graco. Pero la ciudad estaba escasa de lluvias también. La aldea y la ciudad salían adelante como bien podían mas un infierno de penumbra las acosaba. La gran ciudad no tenía problemas porque la adornaba un gigantesco bosque. Eran numerosas las nevadas y las lluvias que alimentaban su pantano y su bosque. Tormes envidiaba la riqueza natural, artística y cultural de la gran ciudad. Se arrepentía de no haber dejado la aldea cuando hacía varios años que pudo haberlo hecho. Pero... ¿cuál hubiera sido el destino de todos los aldeanos con su ausencia?, pensaba una y otra vez mientras que se le borraban de la mente los motivos de arrepentimiento. A lo hecho pecho, se decía Tormes. La aldea y la ciudad habían vendido madera desde hacía muchos años a la gran ciudad. Ésta nunca había explotado su bosque porque sus actividades principales eran la ganadería, alfarería, cerámica y comercio. Ante la ruina que se le avecinaba a la aldea, Cano le propuso a Tormes que se fuese a vivir a la ciudad, pero éste se negaba porque no tendría trabajo ni actividades que desarrollar en ella. Además parte de los habitantes de la ciudad se oponían a que la aldea se trasladase allí. Muchas familias habían tenido riñas y peleas con los aldeanos. Robas era uno de los culpables de todo el problema existente entre ambas. Había robado mucho y era el odio de la ciudad y hasta de los propios aldeanos. Alimentaba a Tito, su nieto, un chiquillo de cinco años, de gorriones, perdices y otras aves que pudiera apresar; cuando su escopeta funcionaba la situación era distinta: liebres y conejos. Todo esto si la fortuna se apoderaba de ellos y el viejo lograba dar en el blanco pues muy torpemente reaccionaba cuando Tito o él divisaban alguno de estos animales. El viejo no trabajaba en la fábrica. No había trabajado nunca en ella. Pensaba que la aldea y la ciudad debían abandonar aquellos lugares míseros y hambrientos y emigrar a la gran ciudad para desarrollar actividades artesanales y formar parte de su cultura. Todo le parecía mejor que seguir explotando el bosque. Los padres de Tito vivían en la gran ciudad por consejo de Robas. Es cierto que el astuto viejo había robado en la aldea y, sobre todo, en la ciudad, pero lo hacía más por venganza que por necesidad. 

       --Abuelo, ¿Cuándo voy a conocer a mis padres? --preguntaba todos los días Tito.
      --Hijo, cuando yo me muera... cuando yo me muera.
      --Y... ¿Por qué no vienen mis padres ahora y no cuando tú te mueras?
      --Cuando no vienen es porque tienen que trabajar y no pueden atenderte y educarte
         en la gran ciudad. Cuando tus padres ahorren dinero y se estabilicen allí podremos 
         vivir con ellos. Pero mientras tanto yo quiero estar en tu compañía y formarte en
         los quehaceres de la vida. Recuerda que como la experiencia de los años no hay 
         educación que valga, por eso haz siempre por aprender lo que un viejo te diga 
         porque más sabe el diablo por viejo que por diablo.     
      --Pero... ¿Cómo es la educación de la gran ciudad? --preguntó Tito. 
      --Distinta a la mía, con más asignaturas... ¡Es otra educación!
      --¡Anda!... Pues yo voy a conocer las dos educaciones, la de un viejo y la de la 
         gran ciudad.