viernes, 27 de mayo de 2016

LA VERDAD CONQUISTADA

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La juventud había que aprovecharla y vivirla intensamente. Este era el planteamiento de Jesús, un joven de veinte años que deseaba sacar fruto de su presente, después de la adolescencia tan problemática y accidentada que había padecido. No quería más oscuridad en su vida y comenzó a organizar y proyectar su futuro, ahora que el ingrediente fundamental de su existencia --la salud que tanto le había fallado en su pasado-- lo había recuperado. Ahora podría disfrutar de los atractivos de su plenitud vital, pero era responsable del desempeño de una actividad laboral para ganarse su porvenir en la vida. No tardó Jesús en encontrarlo a través de las relaciones de su familia y ahora se sentía muy feliz y realizado; ya tenía trabajo, un sueldo corto pero suficiente de momento. Era la circunstancia oportuna para relacionarse con más gente, introducirse en círculos y ambientes juveniles a los que no había tenido apenas acceso debido a la enfermedad que asoló su pasado. Jesús se lo quería montar bien, eso lo tenía muy claro y ahora la psicología de su trabajo le facilitó tener ese don de palabra o esa elocuencia que tantos buenos resultados otorga en las relaciones con los demás. En efecto, su personalidad se transformó totalmente. Jesús se convirtió en un chico hablador, atento, avispado y simpático que coordinaba con toda clase de personas, convencía y estimulaba en el diálogo, su fino sentido del humor hacía honda sensación en todas las chicas que lo trataban. Aunque Jesús no era ambicioso en sus proyectos futuros y quizá nunca destacara en los ámbitos de la vida porque estaba convencido de que eso solo es para los mitos y no había nacido para ser algo así, él sí deseaba al menos absorber los muchos placeres que la vida puede otorgar. Mientras trabajaba en el comercio textil en el que tan buenas amigas había encontrado se relacionaba también con otras chicas que conoció a través del único amigo de su infancia que fue quien más lo supo comprender y quien más le apoyó en su encuentro con la vida. La facilidad de palabra de Jesús, su alegría, su honradez, sus agradables expresiones, impactaron notablemente en las chicas a quienes les importaba olímpicamente su categoría profesional porque preferían la humanidad y calidad de persona que había en él; sus sentimientos, sus emociones, su vitalidad, creaban bienestar en todas las personas que lo trataban. Con esta positiva y favorable forma de ser el amor llegaría a su realidad presente, pero quiso en un principio disfrutarlo con variedad, probarlo con muchas mujeres, no amarrarse y quedarse sujeto a la primera que llegara y desconectarse de las demás. Se definía como hombre de muchas mujeres, no deseaba la monotonía de engancharse con una nada más y esta actitud la podía aprovechar ahora que era joven y dejar para el futuro la estabilidad con una sola. Así transcurría su vida y llegó su primera relación heterosexual, la culminación de sus planteamientos en los que siempre buscó con deseo su primer fruto amoroso. Su primera aventura dio paso a otras muchas pero él siempre recordaría ésta con más placer y satisfacción porque fue la más extasiosa impresión que recibió de una mujer.

2

Jesús se enfrentó con relajación y naturalidad a esta dulce experiencia, que llegó con la más hermosa chavala de las compañeras de trabajo; al menos era la que más le gustaba y tras enamorarla vivamente acordó disfrutar en su compañía de una espléndida jornada sexual que colmara de gozo sus vidas. Lola estaba deseosa de llegar a su primera aventura, quería acabar con su virginidad y más con una persona de la calidad de Jesús... el tiempo pasaba, los años se sucedían y esta joven se decidió a desahogar la ardiente sed amorosa que la dominaba. El encuentro se presentó además en una ocasión propicia como era la noche de fin de año. Estos dos jóvenes querían fusionar sus cuerpos después de la fiesta a la que acudieron y todo fue despacio, poco a poco; en la pensión a la que fueron se sintieron cómodos y expectantes ante la oleada de placer y éxtasis sexual que se les avecinaba. La primera impresión al verse solos fue regocijante en su plenitud. Jesús deliraba al ver como Lola se desnudaba: desde que la conoció había soñado con que llegara este momento en el que pudiera gozar y vibrar de verle los dos hermosos pechos que Lola le mostró con el morbo y el deseo de que se los devorara. Jesús disfrutó alucinado, sintió esta ópera sexual intensamente al mismo tiempo que Lola no se preocupaba demasiado por el dolor que sentía al desvirgarla Jesús porque junto a ese dolor estaba la satisfacción de que comenzaba a hacer el amor y que la llama apasionada de la vida la estaba probando y palpitando arrolladoramente. Así le sucedió también a Jesús que pensaba que esta experiencia la debía proseguir en cantidad y variedad porque la vida juvenil había que saciarla y él poseía un encanto especial que podría llevarle a ser objetivo sexual de muchas de las jóvenes que conocía, las que sin duda buscaban que Jesús les correspondiera con el talento seductor que tanto las entusiasmaba.

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