domingo, 22 de mayo de 2016

LA PLAYA DESIERTA

El verano había terminado y la playa estaba prácticamente desierta durante los anodinos días del mes de septiembre. Aburridos días si se comparaban con la oleada de los meses de julio y agosto en los que la playa estuvo abarrotada de gente venida de muchos lugares. Movida por todas partes, por las noches la juventud, la infancia y personas de todas las edades paseaban por el pueblo veraniego. A cualquier hora de la madrugada un ambiente cálido y comunicativo, de expansión y regocijo, era el atractivo de las discotecas, bares, cines y demás medios de diversión con los que contaba esta localidad durante los meses vacacionales. Pero todo el brillo radiante del celeste verano se acabó, se hizo muy corto y la energía y los deseos de absorberlo se habían extinguido porque la soledad era lo único que quedaba en el pueblo durante cualquier hora del día o de la noche. Javier paseaba triste y solo por la playa que esta vez encontró abandonada. Iba pensando en el verano, en sus gozos y en sus frustraciones y se centró en estas últimas que eran las situaciones que más insistentemente se habían manifestado en esta etapa vivida. Era la realidad que más remordimiento producía en sus sentimientos. Javier tenía dieciocho años y había veraneado en esta playa desde los quince; cuatro años que habían transcurrido monótonos en cuanto al amor se refiere. Esta era la causa de su tristeza, había pasado otro verano más sin sentir la llama amorosa que tanto quería recibir de la vida. Para él se trataba de la fecha más propicia para relacionarse y absorber más intensamente la dicha amorosa durante la flor celestial de su juventud. Paseaba por la playa meditando sobre el pasado, sobre el presente y sobre el futuro. Pensaba en el pasado, en el más reciente verano y no encontraba la verdad que hubiera deseado sentir. El presente y el futuro le agobiaban igualmente. En su presente se encontraba solo, escuchando el bramar de las olas. Ya le quedaba poco tiempo para marcharse a su ciudad, para comenzar la rutina de todos los años aunque esta vez era distinta en un aspecto: comenzaba sus estudios universitarios. Pero no sentía ilusión por nada tras el fracaso amoroso del verano. Había quedado angustiado y presentía que nada interesante le iba a suceder durante este próximo curso en la universidad. Todo seguiría igual. Tendría que esperar la llegada del futuro verano que se le hacía infinito. Pero Javier quería dejar la playa con la promesa y la esperanza en su meditación de que para el año próximo todo podría ser distinto y olvidar con una mujer en su vida lo que fue este obsesivo día de septiembre.

                                              Junto al bramido de las olas
                                              va conmigo una mujer morena
                                              que me quiere y me enamora,
                                              que me acaricia y que me besa,
                                              mientras sepulta en el olvido
                                              el pasado triste que se aleja.

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