miércoles, 18 de mayo de 2016

LA ALDEA Y EL BOSQUE

Cuando el alba no había comenzado a iluminar la aldea, Robas levantó a Tito para ir al bosque a cazar. Quizás fuese el ruido de la fábrica de madera lo que había perturbado el sueño del viejo. La aldea estaba constituida por doce casitas casi idénticas y una más grande que era la del dueño del aparato que daba la vida a sus pocos habitantes. El bosque estaba cerca de la fábrica. Se trataba de un paraíso perdido. Algunos arbustos adornaban pobremente a los escasos árboles que sobrevivían a las manos del hombre. Tormes, el dueño de la fábrica, quiso repoblarlo con ayuda de los habitantes de la ciudad mas su intento fracasó debido a que en aquella no encontró el apoyo y la ayuda que necesitaba para dar una nueva vida al bosque y solucionar con el tiempo el problema que afectaba a los aldeanos. A la ciudad se le podía denominar como tal en comparación con la aldea. La habitaban unas dos mil personas. Tormes veía cada vez más duro y negro su futuro y el futuro de la aldea. Estaba angustiado, no sabía lo que hacer. La gran ciudad se encontraba muy distante. Era invierno y la nieve había cubierto parte de la angosta carretera que había que recorrer para llegar a la gran ciudad. Años atrás, Tormes tuvo un accidente durante un viaje que hizo a ésta para pedir ayuda en una serie de proyectos que luego fracasaron. Se obsesionaba con ir y cuando se decidía a hacerlo se arrepentía. Repoblar un bosque costaba mucho dinero y muchos medios y la escasez de lluvias reinante en la aldea era patente. Las dos fuentes que calmaban su sed no manaban desde hacía un mes. Cano, el alcalde de la ciudad, se decidió a ayudar a la aldea transportando agua en los dos camiones del Graco. Pero la ciudad estaba escasa de lluvias también. La aldea y la ciudad salían adelante como bien podían mas un infierno de penumbra las acosaba. La gran ciudad no tenía problemas porque la adornaba un gigantesco bosque. Eran numerosas las nevadas y las lluvias que alimentaban su pantano y su bosque. Tormes envidiaba la riqueza natural, artística y cultural de la gran ciudad. Se arrepentía de no haber dejado la aldea cuando hacía varios años que pudo haberlo hecho. Pero... ¿cuál hubiera sido el destino de todos los aldeanos con su ausencia?, pensaba una y otra vez mientras que se le borraban de la mente los motivos de arrepentimiento. A lo hecho pecho, se decía Tormes. La aldea y la ciudad habían vendido madera desde hacía muchos años a la gran ciudad. Ésta nunca había explotado su bosque porque sus actividades principales eran la ganadería, alfarería, cerámica y comercio. Ante la ruina que se le avecinaba a la aldea, Cano le propuso a Tormes que se fuese a vivir a la ciudad, pero éste se negaba porque no tendría trabajo ni actividades que desarrollar en ella. Además parte de los habitantes de la ciudad se oponían a que la aldea se trasladase allí. Muchas familias habían tenido riñas y peleas con los aldeanos. Robas era uno de los culpables de todo el problema existente entre ambas. Había robado mucho y era el odio de la ciudad y hasta de los propios aldeanos. Alimentaba a Tito, su nieto, un chiquillo de cinco años, de gorriones, perdices y otras aves que pudiera apresar; cuando su escopeta funcionaba la situación era distinta: liebres y conejos. Todo esto si la fortuna se apoderaba de ellos y el viejo lograba dar en el blanco pues muy torpemente reaccionaba cuando Tito o él divisaban alguno de estos animales. El viejo no trabajaba en la fábrica. No había trabajado nunca en ella. Pensaba que la aldea y la ciudad debían abandonar aquellos lugares míseros y hambrientos y emigrar a la gran ciudad para desarrollar actividades artesanales y formar parte de su cultura. Todo le parecía mejor que seguir explotando el bosque. Los padres de Tito vivían en la gran ciudad por consejo de Robas. Es cierto que el astuto viejo había robado en la aldea y, sobre todo, en la ciudad, pero lo hacía más por venganza que por necesidad. 

       --Abuelo, ¿Cuándo voy a conocer a mis padres? --preguntaba todos los días Tito.
      --Hijo, cuando yo me muera... cuando yo me muera.
      --Y... ¿Por qué no vienen mis padres ahora y no cuando tú te mueras?
      --Cuando no vienen es porque tienen que trabajar y no pueden atenderte y educarte
         en la gran ciudad. Cuando tus padres ahorren dinero y se estabilicen allí podremos 
         vivir con ellos. Pero mientras tanto yo quiero estar en tu compañía y formarte en
         los quehaceres de la vida. Recuerda que como la experiencia de los años no hay 
         educación que valga, por eso haz siempre por aprender lo que un viejo te diga 
         porque más sabe el diablo por viejo que por diablo.     
      --Pero... ¿Cómo es la educación de la gran ciudad? --preguntó Tito. 
      --Distinta a la mía, con más asignaturas... ¡Es otra educación!
      --¡Anda!... Pues yo voy a conocer las dos educaciones, la de un viejo y la de la 
         gran ciudad.

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