Es triste y lamentable que los recuerdos
del pasado sucedido no recompensen
los deseos actuales de haber alcanzado la cima
de la pasión y la felicidad de un adolescente.
Es duro y trágico, se hace insoportable
que el aroma de aquella vida
se viera ensombrecido por la sacudida
de las crisis nerviosas y las depresiones.
Es penoso volver a aquellos tiempos
que no transmitieron esa anhelada sensación,
esa realidad a la que tanto aspiraba
y que quedó siempre en la utopía
o en el sueño de sentir un mundo mejor.
Fue una angustia que se debe rechazar
y sepultar en el olvido. ¿Pero qué fue
de aquel pobre corazón enfermo
que sufría y lloraba y se sumergía
en las obsesiones que tanto dolor
sacudían en un camino sin sentido?
Fue la oscura desgracia que llegó
y que al fin se pudo superar.
¿Pero quién devolverá a aquellos años
para siempre perdidos
lo que debió ser un jardín de las delicias,
el eterno paraíso de los cielos?
¿Qué escasos recuerdos agradables
quedaron de mi tragedia adolescente?
¿Dónde buscaré mi verdad personal
si la verdad fue solo un fracaso?
Para combatir la melancolía
solo queda inclinarme al futuro
y sacar provecho del presente,
porque toda la hermosura
que pudo ser mi vida adolescente
se me trastornó para siempre.
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