martes, 15 de diciembre de 2015

A MIS MANUSCRITOS

           Ahora que ya nada puedo hacer
           por recuperarlos.

Yo viví intensamente la aventura
de la creación literaria. Yo escribí con ilusión,
me sumergí en mis papeles y los llené
con mi manifiesto poético. Yo grabé también
otros géneros en los folios; insistí en fabricar
borradores que día a día conservaba y disfrutaba
con su manipulación. Ahí, en esas páginas
quedaba patentemente reflejada mi actividad,
en ellas observaba mi esfuerzo descargado,
mi sacrificio por depurar mis escritos, perfeccionarlos,
no dejar de tachar, de enmendar
hasta quedar satisfecho. En esas páginas luché
y guardadas la mayoría en mi cajón
las contemplaba con placer y relajación.
Desde un principio rompí muchos manuscritos,
los eliminé equivocadamente sin apreciar
la importancia y la curiosidad de conservarlos.
Quedaron muchos acumulados porque aún
no los había mecanografiado. Fue después
de mucho tiempo cuando decidí
pasarlos todos a limpio y esta vez no supe
plantearme qué es lo que debía hacer.
Y en un golpe de ignorancia, de insensatez,
de falta de cordura y razonamiento lógico
rompí uno tras otro sin darme cuenta
del destrozo que estaba haciendo, del daño
y la pesadilla en la que podría caer
cuando descubriese el valor de estos documentos
que había eliminado de mi vida.
Seguí escribiendo, acumulando papeles
y acababa con todos ellos una vez
que la limpieza y la claridad de la máquina
me hacía quitar el estorbo de estos viejos
papeles a los que no daba importancia.
Y llegó el tiempo en el que pensé, en el que medité
acerca de la actitud que había adoptado
con deshacerme de estos materiales. Y descubrí
que todo había sido una locura, una estupidez
que no tenía sentido haberla realizado.
Consulté con la gente, los amigos y me confirmaron
la salvajada y destrozo producido
mientras me daban ánimos y apoyo
para no entristecerme y olvidarlo.
No pudo ser. El malestar, la decepción,
el disgusto y la frustración asolaron
el panorama de mi vida. No existía
solución, ¿para qué quejarme? pero la sombra
de la pesadilla, de la angustia no dejó
de azotarme en un camino sin sentido.
Mi vida giraba en la literatura, pensaba
casi siempre en ella y el vacío y la desolación
de mis cajones me atormentaba.
Adiós para siempre a mis trabajos,
a mis inolvidables manuscritos que perdí.
Ya solo el tiempo, el futuro
de mi carrera cultural me harán suavizar
ese malestar, esa oscuridad, ese agujero en mi vida
del que he hecho testimonio porque
el error, la equivocación de mi juventud
fue destruir esos trabajados documentos
que ya nunca volveré a poseer.

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