domingo, 13 de diciembre de 2015

MEMORIA DE NUESTRA VIDA 3

Llegaría un largo periodo de nuestras vidas en el que yo me recuperaría de la difícil pesadilla que había sufrido, pero en el que surgiría malestar y frustración por no conseguir triunfar en la llama eterna de tu amor que durante toda esta etapa de dos años deseé más que nunca. Yo viví un mundo meditativo en torno a tu persona; durante estos años solo pensaba en sentir la verdad de tu compañía, de que tú me quisieras y pudiera gozar la correspondencia de tu amor que entusiasmara la rosa de mi juventud. Sí, mujer, llegó el momento clave de mi vida y yo me enamoré perdidamente de ti, al mismo tiempo que sentía que conseguir la meta de tu cariño adorando mi existencia iba a ser demasiado difícil. Se me presentaba como una aspiración imposible, un sueño irrealizable, una utopía. Tu amor se me planteaba como un idealismo, una imagen bella, una verdad maravillosa de alcanzar; soñaba con nuestro mundo, cada vez te quería más, mi mente me representaba la dicha de tu amor por el que iba obsesionándome más, deseaba con fervor exagerado llegar a sentirte en mi vida, la ansiedad y el malestar se dispararon y tú seguías sin querer dar el paso decisivo que me rebosara de salud y bienestar, ese sentimiento tan inmenso que tú sabías sobradamente que vivía por ti. Sí, convertiste mis ganas ardientes por sentir la verdad de la vida en un tremendo fracaso, una frustración que me golpearía durante mucho tiempo. Tú has sido para mí la carga de desasosiego que ha oscurecido mis objetivos, mis sueños y mis ilusiones. Pero sí, mujer, en mi vida quisiera olvidar estos dos años en los que tan triste y amargado estuve porque no sentí tu aroma amoroso que con tanta ansiedad necesitaba. Y fue el dolor y la frustración sentimental por tu rechazo un síntoma depresivo que se me acumuló junto con otras dramáticas situaciones que me condujeron a la desgracia de enfermar más gravemente que nunca. Hoy día pienso que si tú me hubieses querido y hubieses llenado mi vida de felicidad y pasión, este lamentable percance quizás no se me habría originado. La terapéutica preventiva de tu amor de todo ello me hubiera salvado.  

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