Cuando el escritor se consagra goza de unos valores, de una especial consideración, que no se logra alcanzar en la mayoría de las profesiones. Pero antes de llegar a la fama, a triunfar rotundamente en este mundo del arte --los que lo consiguen, porque sabido es por toda la sociedad el gigantesco pelotón de escritores que no logran abrirse camino y otros que lo consiguen a la vejez o después de muertos, cuando su obra no la ven reconocida en vida y queda para la posteridad-- el autor tiene que atravesar un duro y dificultoso, un espinoso y hasta estresante recorrido. Y es así, porque eso de llegar y pegar no suele suceder en ninguna carrera y más difícil aún en la de escritor. El literato, desde un principio, lo tiene muy complicado, va a sufrir rechazos múltiples de los editores y con casi toda probabilidad también en los premios, va a tener que insistir mucho y sufrir muchas zancadillas por parte de las mafias de la política literaria. El escritor de verdad, el que lo lleva dentro y no desea bajo ningún concepto que su obra acabe olvidada y ensombrecida en los cajones de su habitación, mueve su obra por todas partes, incluso en los casos en que se la rechazan rotundamente y acaban frustrándolo y llenándolo de humillación y desprecio. Pero una de las mayores filosofías que todo escritor debe tener siempre presente es resistir al máximo --el que resiste gana-- y no agotarse, no desanimarse nunca, no tirar nunca la toalla, hagan lo que hagan con sus escritos todos estos politiqueros de la literatura, que eso sí hay que subrayarlo, están cometiendo tremendas y absurdas injusticias en el panorama literario actual. El escritor, aunque lo masacren, no debe dejarlo, porque a pesar de todas estas realidades tan negativas, cuenta con la enorme y trascendental ventaja de que una vez que lo consiga, una vez que logre meter la cabeza bien metida en algún sitio, se le van a abrir las puertas del éxito mientras viva y toda su obra acumulada anteriormente va a ver la luz. En efecto, el escritor, pese a lo retorcido que lo tiene puede, a fuerza de insistir, recibir su recompensa y el triunfo conquistado le va a deparar una enorme satisfacción, una felicidad inmensa: el sueño de todo escritor hecho realidad.
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