sábado, 22 de mayo de 2021

EL ESCRITOR Y LA SOLEDAD (1)

Es una realidad evidente --testimoniada por muchos intelectuales a lo largo de la historia-- la identificación del escritor con la soledad. El escritor, la figura del escritor --ya sea consagrado o frustrado, ya sea cual sea la época que le ha tocado vivir, la situación histórica en la que desarrolla su actividad o las circunstancias personales que han marcado su existencia-- ha tenido como estigma común e inexorable de su mundo la situación de soledad. El escritor, podríamos decir, es solitario por naturaleza. Ramón Gaya escribe lo siguiente: "A la soledad, vista de tal o cual manera, la necesitamos todos sin remedio. Claro que el artista, el creador, la necesita más que nadie, ya que en ella --y solo en ella--, en su concavidad vacía, es donde lo encuentra todo... Sí, todo aquello que vamos logrando ser --en la vida como en la obra de creación-- se lo arrancamos, muy penosamente, a la soledad". Importante y esencial reflexión en torno al tema que nos ocupa en este ensayo. En efecto, la soledad es necesaria, todos acudimos a ella cuando queremos relajarnos, en muchos momentos de la vida queremos estar solos, meditar en soledad, gozar a nuestras anchas de su torrente de bienestar. Pero es el escritor, el artista, el intelectual, quien más la busca, quien más desea respirar de sus bondades, quien más necesita evadirse y desarrollar su vida bajo esta realidad con la que muchas veces encuentra el relax y el germen, "la simiente" para producir su obra. Son los momentos de soledad los que producen más riqueza en la vida del escritor, es a través de ellos en los que surge el gusanillo de la inspiración, y ya en el trabajo, en el acto de la creación, el escritor necesita estar solo y rendir cuentas a su actividad, una labor siempre amada y necesitada, aunque sea una labor de duro esfuerzo, de tensión, de concentración mental que es, sin duda, sacrificada, no es ningún caminito de rosas, aunque, al final, si da sus frutos, sí es muy dulce y gratificante. Esto es lo que podríamos denominar "el sabor agridulce de la literatura". Pero sin salirme de este tema que me ocupa, decir que esta realidad innata y central en la vida del escritor, ha sido motivo de reflexión de muchos intelectuales a lo largo de la historia de la literatura. Ha habido opiniones para todos los gustos. Unos la consideran negativa, "no es bueno que el hombre esté solo". "Un corazón solitario, no es un corazón",  (Antonio Machado), otros necesaria, "porque nos permite ser por nosotros mismos" (Ramón Gaya), "el mar, el mar y no pensar en nada" (Manuel Machado). Algunos lamentan la crueldad de su acoso, y otros, como el caso de Arthur Schopenhauer, la consideran como una auténtica mina de oro. Este último autor se refiere en concreto al hombre superior en inteligencia y considera que estas personas superdotadas deben refugiarse en la soledad, en primer lugar porque le procura estar consigo mismo, y otra, el no estar con los demás. Sobre esto Arthur Schopenhauer nos hace reflexionar sobre cuánta violencia, molestia y hasta peligro acarrea el trato con ellos. Por ello, el sabio, el genio creador debe ser un insociable que no necesita a toda esa gente, pues en una gran mayoría es moralmente mala e intelectualmente obtusa o trastornada. En efecto, el genio creador, a lo largo de la historia, se ha visto dañado, gravemente perjudicado, por su trato con otras personas muy inferiores a su capacidad para trascender en la vida. Y es, sin la menor duda, el fantasma de la envidia el motivo que ha llevado a estos seres que rodearon o rodean la vida de los creadores a hacer peligrar o sembrar de dolor y angustia el transcurrir de su mundo. Por ello, Arthur Schopenhauer apela a la soledad, al sentimiento de evasión, a la tranquilidad de espíritu que proporciona para evitar todos los sufrimientos y malestares que la sociedad que convive con el artífice de la sabiduría le provoca. Viene muy acorde con estas últimas reflexiones la famosa cita de Jonathan Swift: "Cuando en el mundo aparece un verdadero genio puede reconocérsele por este signo: todos los necios se conjuran contra él". El escritor es vulnerable a la sociedad que le rodea, por ello la soledad es o debe de ser una razón esencial de su existir. Leyendo las biografías de los escritores se puede corroborar lo expuesto, pues se observa claramente los problemas que provocaron en sus vidas el trato con la gente próxima a su entorno vital, que si en algunos casos no les hicieron daño, su único afán era aprovecharse de ellos, acosándolos en deseos de amistad para lograr dicho fin. Esto ha sido, es y será una realidad en la vida del escritor, que si adopta una actitud solitaria le priva del trato con cualquiera de estos indeseables. La sociabilidad excesiva es una inclinación muy peligrosa que el escritor debe evitar en su existencia. La soledad llena de bienestar a muchos intelectuales, la soledad es paz y encuentro con su mundo rico y venturoso, la soledad es la mejor situación para formarse y volcarse en su trabajo, para dejar el legado cultural que ambiciona, para sentir plenamente lo que de verdad inunda su ser y absorber las fuentes de la sabiduría, siempre en su situación de soledad. 

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