miércoles, 19 de mayo de 2021

EL ESCRITOR Y LA SOLEDAD (3)

En la vida del escritor la soledad excesiva puede ser abrumadora. Cierto es que debe huir de la gente que le rodea, que en su mayoría lo que desean es fastidiarlo, aprovecharse de su talento, sembrarle de odio y malestar ante el fantasma de la envidia que sienten, pues no soportan que logre triunfar en la vida, en su mundo literario que puede ser trascendental. Por ello, el escritor debe ser insociable e ir a sus asuntos y a sus meditaciones en soledad, debe responder tajantemente ignorando a todo ese corrillo de envidiosos indeseables que lo único que quieren es hundirlo cuanto más mejor. Para eso está la vida solitaria como mejor antídoto para desentenderse y pasar de toda esta carroña. Sin embargo, es evidente que la soledad absoluta es triste. Por ello, en esta realidad de problemas y angustias en la vida del escritor --el escritor es, por lo general, un ser atormentado-- debe buscar amigos de verdad, amigos auténticos, personas que lo admiren y apoyen y que sepa que nunca o muy difícilmente lo van a traicionar. Este es el hueco que el escritor debe hacerse como excepción en el trato con los demás. Estos amigos para toda la vida deben ser muy pocos --en esta vida los buenos colegas, y ya no me refiero solo a esta realidad del escritor, son muy escasos y se cuentan con los dedos de la mano-- y con ellos es donde verdaderamente el escritor debe enriquecerse, compartir gratos y provechosos episodios de su vida con su buen corazón y sentir con acierto y bienestar el auténtico sentimiento de la filantropía. Estas son las personas con las que el creador debe relacionarse más intensamente, las que más debe buscar y comunicarse y expansionarse con su atrayente compañía. 

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