martes, 23 de junio de 2020

MI PRIMERA INFANCIA (3)

Sentí una impresión muy agradable cuando llegamos a Málaga, pues por entonces la carretera que daba a la ciudad estaba en una de las montañas que la rodean --recuerdo que la llamaban la cuesta de la reina--. Fue muy lindo para mis ojos de niño contemplar asombrado tan espectacular panorámica, tan precioso contraste de ver cómo se bajaba de las montañas hasta el mar y la imagen también tan preciosa de la ciudad, con hermosos edificios y la plaza de toros de la malagueta. Esta sensación que viví la he recordado siempre y el año que estuve residiendo en Málaga fue muy atrayente y enriquecedor para mi espíritu infantil, pues me divertí y me lo pasé muy bien con todos los nuevos compañeros del colegio y de la calle donde viví. Aunque el ambiente de vivencias y relaciones que tuve fue muy feliz, me acordé mucho de todos los amigos que dejé en Sevilla, pues deseaba volver a reencontrarme con ellos y sentí muchas veces amargura y tristeza por haber perdido el mundo infantil que con tanta fascinación y regocijo había vivido en la ciudad donde nací. Pero parecía que yo no me quería dar cuenta de que también la realidad de esta ciudad era muy gozosa y esto estaba siendo un paraíso de sueños y alegrías en todos los sentidos. Y digo esto porque el ambiente de juegos en las calles era muy estimulante y en el colegio resultó igualmente encantador con los compañeros. Y por si fuera poco mi padre nos llevaba por las montañas de Málaga de excursión, conocí pueblos muy hermosos cuya imagen recuerdo, como Mijas, y por supuesto, visitamos bastantes veces la Costa del Sol, que significó para mí un universo de felicidad porque era un ambiente de bienestar y confort el observar tantos comercios, restaurantes, y tiendas de todo tipo en las que se contemplaban tantas bellezas y atractivos turísticos. Recuerdo que casi toda la gente que había era extranjera y justamente con ellos hice muy buenas relaciones, pues fui simpático y gracioso y hasta me dieron dinero y mostraron mucho afecto hacia mí. Por último, fue muy divertido ir en verano a una piscina del club donde trabajaba mi padre y me lo pasé muy bien porque en cuanto a las playas de la Costa del Sol no recuerdo haberme bañado mucho. Y sin embargo, sí me bañé muchas veces en la playa de Málaga capital y no me gustó porque el agua estaba algo sucia y no había apenas gente. También me lo pasé en grande en el parque de atracciones Tívoli, que coincidió que lo inauguraron en 1972, el mismo año que llegué a Málaga con mis padres y hermanos. Dice el refrán que se canta lo que se pierde y yo recordé mucho esta ciudad del paraíso cuando volvimos a Sevilla --al igual que estando en Málaga me acordaba del mundo infantil que gocé en mi ciudad natal--. Pero ya no residiría en el barrio donde tanto disfruté; ahora mi vida sería en un piso en Sevilla, con otras relaciones, tanto en la calle donde jugaba con los nuevos "amiguetes" como en el incalificable colegio donde tendría la desgracia de "estudiar" tantos años. Por ello he decidido escribir un libro exclusivamente dedicado a mucho de lo que sucedió en esa problemática escuela. Pero mi vida con los "otros colegas" de la calle fue también conflictiva y sufrí muchas peleas y percances. Salvo excepciones, las relaciones en general fueron duras y difíciles y el malestar, los disgustos y la violencia eran las notas dominantes en la convivencia, en la que yo casi siempre me llevé la peor parte.

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