jueves, 5 de marzo de 2020

LA BIBLIOTECA

1.

Amanece un día más en el hospital en el que hace ya tiempo que estoy ingresado para curarme de mi adicción a la heroína. Me encuentro mejor, me voy restableciendo poco a poco de todo ese sufrimiento que ha desolado mi vida y con inmensos deseos y sueños de volver a ver la luz y recuperar la salud. En esta mañana primaveral me encuentro más animado que nunca, estoy dispuesto a que este desastroso episodio de mi juventud cambie y pueda disfrutar de los muchos encantos que tiene la vida.

2.

De mi pasado antes de caer en la droga poco tengo que contar. Fue mi fracaso como estudiante el motivo que desencadenó mi perdición, pues no debí abandonar los estudios tan tempranamente e intentar haberme esforzado más y acoplarme mejor a ellos. Y me metí en un círculo de amistades peligrosas que fue el hecho que me llevaría a la desgracia. Mis antiguos compañeros de colegio observaron la ruina de vida que me había buscado, y ante esta triste realidad, se apartaron de mi compañía y evitaron no caer tan estúpidamente en esta pesadilla como yo lo hice.

3.

Mis padres me apoyaron en todo momento y tras mucho luchar consiguieron que yo comenzara a salir de la oscuridad. En este hospital me trataban muy bien y fui haciendo amistad con los enfermeros y médicos que me atendían. También advertí en los rostros de otros toxicómanos deseos inmensos de poder salir de este infierno, pero la mayoría de ellos se encontraban muy mal. Yo comencé a hacer amistad con otro enfermo que se encontraba en parecidas circunstancias a la mía y que ahora estaba viviendo sus primeros mejores momentos. Es por ello que los dos sintiéramos atracción por dialogar, de transmitirnos nuestras ideas y pensamientos, nuestro futuro si salíamos de esta terrible situación que padecíamos. De nuestro pasado decidimos no hablar mucho porque recordar y darle vueltas a lo negativo no conduce a nada, pues como dice el refrán, agua pasada no mueve molino. El que hablásemos era un buen síntoma, según los médicos, teníamos que desahogarnos y no pensar solamente; era señal de mejoría porque durante los meses atrás apenas si nos salía el habla del cuerpo de lo atormentados y golpeados que estábamos por esta cruel enfermedad.

4.

Pero además de mi incipiente amistad con este joven, yo comencé a sentir curiosidad por una biblioteca bastante grande que había en una de las salas del hospital. Hasta ahora yo había observado que solo había un enfermo que leía algo, generalmente tebeos, porque me di cuenta de que intentó la lectura de otros libros y los dejó, porque serían de un tipo de géneros con los que no se concentró o con los que se sintió agobiado, pues su cabeza la verdad es que no estaría en condiciones para introducirse en narraciones extensas. Y fue en este día primaveral cuando yo decidí también cambiar de rumbo y comencé a echar un vistazo a este gigantesco mueble lleno de toda clase de libros --había hasta varias enciclopedias--. Me llevé un buen rato contemplando la variedad de volúmenes y la verdad es que no sabía por cual decantarme. Puse en duda mi capacidad para sacar fruto a la lectura y pensé mucho y le di muchas vueltas a la hora de elegir con qué libro, comic, historieta, etc. iba a intentar iniciarme. Deseos e ilusión no me faltaban --eso era lo más importante--, y quería comenzar porque hasta ahora no había tocado ningún ejemplar de esta nutrida biblioteca. Y decidí iniciarme con un libro de cuentos infantiles, editado con ilustraciones y con letras de gran tamaño. Si no puedo entender esto --me dije--, es que ya no puedo ni valgo para nada.

5.

Desde el primer momento, desde la primera línea, me sentí inmensamente atraído por la lectura de este libro de relatos infantiles. Había sabido elegir y empecé a encontrarme muy a gusto y fascinado conforme me sumergía en el primer cuento, que se titulaba "Camino del colegio" y que contaba la vida de unos niños y su profesor en una escuela rural. Mi impresión sobre esta historia no pudo ser más favorable y este día maravilloso de mi vida leí otros dos relatos más de este ejemplar con el que me sentí encantado. Se lo comenté a un enfermero y me dijo que le parecía muy bien lo que había hecho y que a él le gustaba leer, pero por motivos de su trabajo y su numerosa familia --que lo absorbían casi por completo--, apenas podía dedicarse a esta fascinación. Pero me recomendó que yo lo hiciera poco a poco y que no me obsesionara mucho, pues mi cabeza no se encontraba en unas circunstancias recomendables como para que yo abusara de ello. También me dijo que los tipos de lecturas fueran lo más ligeras posible.

   --Por cierto, ¿Qué libro estás leyendo? --me preguntó.
   --Uno de cuentos infantiles.

Cuando le dije el título se sintió feliz de que yo me hubiera iniciado con este libro, pues me refirió que hacía ya varios años que leyó el mismo ejemplar. Comentamos bastantes puntos acerca de los cuentos que yo había leído y me recomendó que los leyera todos. Según su opinión, se trataba de un volumen genial y atrayente, de lectura muy cómoda y amena, y podía empaparme bien de todas estas hermosas historias. Pero siempre --me insistió--, que durante el tiempo de lectura yo me sintiera relajado y realizado y mi cabeza no me entorpeciera mi bienestar adquirido, pues había rachas que los síntomas de la droga me afectaban, aunque ya todo fuese a mejor y todo este veneno lo estuviese superando.

6.

Avancé en este camino iniciado, le cogí el gusto y el atractivo a esta actividad de la lectura y mis médicos me dijeron que había sabido elegir esta eficaz terapéutica. Y con mucho entusiasmo y satisfacción terminé de leer este magnífico libro. Todos sus cuentos me gustaron, sobre todo los titulados "Gongolito el obediente", "El timo de la ruedecita", "Los zuecos de la virgen", "Los tres cerditos" y me fascinó mucho la historia del ajedrez, cómo y en qué circunstancias fue inventado y todo lo que sucedió después. Le recomendé la lectura de este volumen a mi amigo y aceptó, me dijo que si yo de verdad me lo había pasado tan bien leyéndolo, que él iba a probar a ver si le ocurría lo mismo.

7.

Después de este primer éxito decidí con mucho interés seguir con nuevos libros. No tardé mucho tiempo en elegir, pues di con una selección de las mejores y más divulgadas historias de "Las mil y una noches". Yo conocía algunas a través del cine, cuando las vi siendo pequeño, y me puse enseguida a leer. Tengo que confesar que me sentí embelesado desde el primer momento y fueron unas jornadas tan placenteras que me apetecía y me llenaba de sueños seguir con esta pasión que tan afortunadamente había descubierto.

8.

Disfruté mucho con "Las mil y una noches" y lo leí con la misma soltura y comodidad que el libro de cuentos. Son unas narraciones para todos los públicos, y yo me recreé durante las noches en este hospital con estas ficciones que tanto me habían fascinado. "Aladino y la lámpara maravillosa", "Alí Babá y los cuarenta ladrones", "Simbad el marino", "El tarro de aceitunas", etc. ya estaban en mi memoria y en mis sueños. También me estimularon las páginas exóticas o eróticas, pero quizás aún más los cuadros realistas de la vida cotidiana, los vivos esbozos de los mercados de Egipto o la galería de personajes de ambiente popular (el jorobado, el sastre, etc.). Su estilo es tan llano, ágil y ameno que cualquiera puede leer estos célebres relatos. Además este ejemplar estaba ilustrado con dibujos que hacían referencia a las historias, por lo que resultaba más atractiva su lectura.

9.

Seguía evolucionando favorablemente de todos los dolores y malestares que me había provocado la droga. Y seguía enganchado a la vida, a la vida de los libros, estaba entusiasmado y fascinado con esta aventura de leer que me había llegado en unas circunstancias difíciles, y que estaba siendo una auténtica terapia para mandar al infierno la droga y no acordarme nunca más de este mundo caótico en el que tan estúpidamente había caído y que quería anular de mi mundo para siempre. Quise seguir con lecturas sencillas y me leí muchas fábulas de Esopo, Iriarte y Samaniego, que me resultaron curiosas y deliciosas. Leí posteriormente los clásicos de cuentos infantiles, quise avanzar en esta línea de lecturas fáciles y disfruté con los cuentos de Perrault, los hermanos GRIMM y Hans Christian Andersen. Después quise cambiar de rumbo y me dediqué a hojear las enciclopedias de Historia Universal y de Historia de la Literatura. Tengo que decir que, como eran enormes, me dediqué solo a leer los encabezamientos, los pies de fotos o grabados, las introducciones más generales, para irme enterando de las fases de la historia, sus personajes y hechos principales, etc. Me llevé tiempo curioseando estas monumentales obras del saber humano. Y al mismo tiempo lo humano, la vida, la verdad, el amor, el bienestar, la felicidad, comenzó a inundar mi ser.

10.

Mientras evolucionaba tan positivamente mi realidad, yo ya quería volver a mi casa junto a mis padres, porque me encontraba muy restablecido, con muchas ganas de afrontar una nueva etapa que yo estaba convencido de que iba  a ser el polo opuesto a lo que fue mi calamitoso pasado. Los médicos estaban asombrados de mi recuperación, de mi nueva personalidad y de mis deseos de dar un nuevo rumbo a mi vida. Y después de estudiar bien mi caso y tras una recuperación final decidieron darme el alta. Todo este panorama esplendoroso de mi vida pudo ser posible al yo comenzar a mirar en aquel rutilante día primaveral los libros de la biblioteca del hospital.

1 comentario:

  1. Didáctico relato en donde el autor demuestra que siempre se puede encontrar una salida en la oscuridad, y lo importante que es explorar caminos y no sólo esperar a que el azar nos lleve a ellos.

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