viernes, 9 de diciembre de 2016

UNAS FELICES VACACIONES

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El mar significaba para Daniel el atractivo vacacional más estimulante. El mar ya fue durante su lejana infancia un paraíso de emociones, de esos sueños que en la niñez se convierten en la más pura e inmediata verdad, esos sueños que ya durante la juventud no son retornables, no se pueden volver a repetir con la misma magia, frescura y belleza a como se palpitaron durante esa primera etapa en que despierta la vida. Daniel siempre esperaba que llegara el verano para disfrutar de los muchos encantos de la playa, sobre todo ahora que resplandecía en él vivamente el deseo de sentir relaciones con chicas que satisfacieran plenamente sus ardores juveniles. Daniel esperaba más éxito en este verano que se le presentaba, ansiaba lograr aciertos con las chavalas con las que tuviera la oportunidad de conversar para llegar al objetivo fundamental de su vida. A sus veinticinco años ya estaba maduro en la forma de seducir a las jóvenes, aunque sus fusiones amorosas fueran más bien escasas hasta la fecha.

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Contemplar a las mujeres en la playa, semidesnudas, con deseos de provocar a los muchachos que se sitúan en los alrededores es un sentimiento que enriquecía de ardor sexual a Daniel y sus amigos. Daniel no se cortó ni un pelo en hablarles una tarde cuando se estaban bañando junto a él y sus compañeros. Llevó la iniciativa, pero los demás lo apoyaron en la conversación. Este verano comenzó estupendo para todos, porque consiguieron hacer amistad en varios días con estas cuatro chicas que les llamaron la atención por la hermosura de sus cuerpos, a los que les daba más morbo aún contemplarlos en top-less. Estas chavalas sabían de sobra a lo que iban estos jóvenes y para calentarles los motores y disfrutar de sus miradas buscaron los encantos de la exhibición sexual playera y lo consiguieron. Luego todos se acostumbraron mientras avanzaba el verano, pero el placer de los contactos en las bromas y en los juegos marinos que practicaban les parecían eternos.

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La temporada estival evolucionaba muy favorablemente para todos. La belleza marina y el calor por saborearla con más intensidad en la compañía de estas chicas, hacían sentir en las mentes de Daniel y sus tres amigos una ilusión y un especial encanto por triunfar de lleno en el amor. Pero ya se podría decir que el amor era una realidad a falta de unos veinte días para que finalizara el verano. Estos jóvenes atrajeron desde un primer momento a estas chavalas que se sentían contagiadas por la simpatía, humor e inteligencia de los diálogos que les brindaban. Además eran unos años más jóvenes que ellos y esto les atraía mucho, los observaban experimentados en la vida y con futuro, pues a excepción de Jaime que trabajaba desde hacía tiempo en unas oficinas, todos habían cursado o cursaban estudios universitarios. Estas chicas gozaban intensamente con ellos, nunca se pudieron imaginar que sería en este pueblo costero --que no les sedujo mucho en su momento--, donde comenzarían una feliz etapa amorosa en sus vidas. Por las mañanas se veían en la misma zona de la playa donde se conocieron; estaba bastante más apartada de la del pueblo donde solía amontonarse toda la gente venida de muchos lugares. En estas calas prácticamente solitarias se divirtieron cada vez con mayor confianza y sensualidad, hasta acabar todos fusionados. Quedaron en verse en la capital de donde procedían --el ser paisanos fue un requisito fundamental para que desearan firmemente continuar estas relaciones--, pero mientras absorbían con placer y dinamismo los últimos días del mes de agosto. En esta maravillosa temporada veraniega, Daniel consiguió conocer al amor de su vida y asimismo buscó la felicidad de sus amigos, que no dejaron de aplaudir y reconocer su altruismo, su deseo de lograr la conquista amorosa para todos.

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La siguiente etapa en su ciudad se presentó de lo más feliz, atrayente e interesante y su esfuerzo estudiantil fue más relajado. Se vio gratificado con la compañía y el bienestar que les transmitían estas jóvenes, un estímulo y un apoyo que les haría prosperar en sus objetivos. Una dulce realidad que fue posible gracias al amor que tuvieron la suerte de descubrir en aquellas ya memorables vacaciones.

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