sábado, 3 de diciembre de 2016

INVIERNO

Antes de que comenzara el invierno hubo gigantescas nevadas, que acompañadas de fuertes vientos, deterioraron las casas de los aldeanos. El único que parecía más relajado y tenía la conciencia muy tranquila sobre su manera de actuar era el sabio curandero. No obstante, el problema que se presentó no era esto solamente. La penetración del frío helado en algunas casas, produjo que enfermaran una mujer y dos niños. El curandero era ahora quien tenía que responder y después de examinarlos, preparó las hierbas que los podrían curar. Mientras tanto, los aldeanos trabajaban como podían en el intento de reforzar las viviendas. Los enfermos evolucionaban poco de las altas fiebres que padecían y el curandero dijo que habría que esperar. Tomaron las precauciones de aislarlos de los demás y evitar que el frío llegara a donde estaban. Todos estaban temerosos de que sucedieran más violentas sacudidas exteriores. Así de penoso y dramático era el invierno de los solitarios aldeanos, que esperaban con ansiedad la llegada del buen tiempo, de la dulce y celestial primavera, del cálido y relajante verano, las estaciones que tanto adoraban. Dos estaciones en las que tendrían que trabajar más duro que nunca y así garantizar una vida más segura y mejor que la que estaban sufriendo en este tremendo invierno que estaba azotando a la aldea.

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