sábado, 26 de noviembre de 2016

PERDIDO EN EL BOSQUE

1

El fin de semana había llegado. La familia hacía los preparativos durante la tarde del viernes para salir temprano al día siguiente con destino al campo. Pero esta vez el lugar elegido para pasar la jornada de descanso no sería la sierra, el campo sin árboles, como le llamaba Eduardo Jr. al lugar natural que habían solido visitar en anteriores ocasiones. Por deseo común de todos esta vez prefirieron viajar hacia un bosque de pinos, donde también crecían eucaliptos y otros árboles en menor cuantía que se encontraban más apartados de la zona que solían visitar los amantes de la naturaleza durante los días festivos. Querían cambiar de ambiente y conocer nuevos lugares, nuevos parajes donde gozar del sosiego y expansión, saliendo de la monotonía de ir siempre a un mismo sitio. No obstante, esta vez el cabeza de familia advirtió a sus dos hijos que el bosque adonde los llevaba era muy grande, que se trataba de una masa forestal muy extensa y que debían tener mucho cuidado, tomando como única precaución no apartarse de su lado ni del de su madre cuando pasearan por su interior. Así lo escucharon cuando lo dijo Eduardo pero durante el viaje ninguno volvió a hacer más comentarios del asunto en cuestión. Solo iban con la ilusión y la felicidad de pasar un día agradable y tranquilo, aunque la quietud no fuera la actitud de los dos niños que iban con el pensamiento de divertirse, jugar y gozar del panorama de libertad y desahogo que ofrecía para ellos este día de encuentro con la naturaleza forestal.

2

  --¡Eduardo! ¡Eduardo! ¿Dónde estás? --gritó Alicia.
  --Ahora voy, espérame ahí un momento.
Ante la tardanza de su hermano la niña fue en busca de sus padres. Temía no localizarlos puesto que mientras ellos se distrajeron dialogando con un cazador que pasaba por allí, Eduardo Jr. aprovechó para correr y profundizar junto a su hermana por el bosque, soñando con la aventura de encontrar alguna novedad con la que disfrutar más intensamente del día. Alicia al fin encontró a sus padres y al cazador. Los tres manifestaron inquietud al preguntarle por su hermano y decirles que se había alejado de aquel entorno sin hacerle caso de que volviera. En efecto, el travieso Eduardo había visto pasar un conejo y corrió enloquecidamente a buscarlo o a intentar ver otros por aquella zona que era más densa en vegetación. Sus padres y el cazador intentaron encontrarlo pero fracasaron aun con las indicaciones de Alicia que les dijo con aproximación el lugar donde lo había visto por última vez. Eduardo Jr. siguió con su expedición hasta que llegó un momento en que se sintió solo y deseó volver, pero advirtió que no sabía por donde había llegado hasta allí y el estar rodeado de árboles le despistaba por completo. Comenzó a dar voces, a llamar a sus padres, pero los ecos de sus gritos no tenían respuesta. Se había perdido.

3

Eduardo, Elena y el cazador avisaron a la Guardia Civil, cuyos agentes les informaron sobre la gravedad del asunto, puesto que se trataba de un bosque en el que no era difícil perderse y en el que ya se habían registrado varios casos. Tres patrullas se pusieron a recorrer distintas zonas del bosque, en un principio las más próximas a las indicaciones de Alicia y tras toda la tarde de intensa búsqueda la situación se transformó en angustia en torno a este niño del que no se encontraba ni rastro. Los padres, desesperados y torturados de miedo después de la larga jornada, pensaban en un desenlace trágico para su hijo y para sus vidas, que se ahogaban en el dolor de perderlo para siempre. Llegó la noche y los agentes de la Benemérita gritaban con potentes altavoces y alumbraban con grandes focos en la lucha de poder encontrarlo. Y así lo consiguieron a las dos de la madrugada, cuando el niño muy pálido y desfallecido después de haber pasado todo el día sin comer y temblando de frío y pánico, se abalanzó llorando a un guardia que estaba trabajando en su búsqueda. Éste lo llevó a un coche de la patrulla y pasados veinte minutos ya se encontraba con sus padres. Los agentes les refirieron el estado en que lo habían encontrado y les aconsejaron que no le reprendieran mucho ni le recordaran el tema porque podría resultar muy negativo para la psicología del chaval, ya que el percance le había dejado hondas huellas de depresión y debería reposar y ser tranquilizado. Así lo confirmó un psicólogo quien les recomendó que no lo llevaran más a lugares de ese tipo que le pudieran hacer recordar el drama vivido. Eduardo y Elena decidieron pasar el próximo verano en el mar y tratar de olvidar todo lo posible este calamitoso encuentro con la naturaleza.

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