viernes, 17 de julio de 2020

VIVIR EN EL PASADO

Hay personas que solo saben vivir en el pasado. Pero en el caso que voy a contar es más bien que lo que les interesa es vivir en los tiempos pretéritos. Cuando yo repetí el primer curso de bachillerato siendo estudiante en el Instituto Bécquer de mi ciudad natal, durante todo el año anduve depresivo, con mucho malestar, no tenía salud para enfrentarme a los estudios y lo fui suspendiendo casi todo. Mi enfermedad psíquica entonces no me dejaba rendir en las diferentes materias, pese a que muchas veces me esforcé e intenté salir para adelante. Pero no pudo ser y al final fracasé en el curso nuevamente y lo tuve que tripitir. Toda una vida después, mi realidad ha cambiado totalmente. Mi personalidad no tiene nada que ver con la de aquel adolescente enfermizo y drogado de pastillas, que me tenían cada vez peor, y que se sentía una y otra vez impotente y discapacitado para poder sacar adelante un curso que no era nada del otro mundo. En efecto, en la actualidad mi inteligencia y mi capacidad intelectual es justo lo contrario a la de entonces, y no solo eso, he alcanzado altas cimas de creatividad como literato hasta el punto de haber tocado todos los palos y haber escrito más de cincuenta libros. Aparte de eso, mi nivel de conocimientos en algunas materias es enorme y no paro de adquirir cultura día tras día a ritmo vertiginoso. Yendo por Sevilla una noche con un compañero de tertulia literaria nos tropezamos con la que fue mi profesora de Lengua en aquel lejano año. Yo le recordé que ella fue mi profesora y enseguida me sentenció que en aquellos tiempos yo estaba fatal y tremendamente mal. Una actitud la de esta docente algo irrespetuosa y sobre todo de la forma que lo machacó y se lo dejó bien claro a mi compañero, que ella lo había conocido un día antes en un baile. Mi amigo se siguió relacionando con mi ex-profesora y me dijo que él le habló muy bien de mí en la actualidad, pero ella no tenía ningún interés en saber nada porque yo era una persona con muchos problemas. Tiempo después, en mi grupo literario se celebró un acto de baile de tango en el que mi colega invitó a esta docente y los dos dieron muestras de su arte. Esta ex-profesora rebajó algo su actitud negativa hacia mí y al final yo le regalé un libro mío publicado de poesía y me lo agradeció. No comentó ni dijo nada a nuestro común amigo sobre este ejemplar, siendo ella catedrática de Lengua y Literatura. Poco tiempo después, mi amigo le regaló otro libro mío y al verme por la calle me lo volvió a agradecer, pero de los poemas y de la calidad de este otro volumen no dijo nada. Mi compañero de tertulia no dejó de decirme que mi antigua profesora no hacía nada más que recordar mi pasado, que yo estaba entonces fatal, que yo tuve muchos problemas y que al hablar ambos sobre mí no salía de lo mismo. Y por supuesto, de mis virtudes actuales como literato nunca habló ni comentó absolutamente nada. Qué poca sabiduría literaria o juicio crítico manifestaba esta docente en torno a mis libros para no decir ni pío nunca de ellos. Cuando mi camarada le regaló un tercer libro, en este caso de narrativa, concretamente una novela corta, la buena señora reaccionó fatal y le montó un pollo impresionante porque le molestó y le sentó como un tiro que yo le hiciera llegar una tercera obra mía. La envidia de esta catedrática llegó hasta los extremos y le prohibió a su compañero y amigo de bailoteo que le diera más libros míos. Y siempre no dejó de reiterarle hasta la saciedad que yo tuve muchos problemas y que estuve fatal, etc. No salió nunca de ahí porque aunque el agua pasada no mueve molino, el caso es que esta gachí, al menos en lo que a mí respecta, no hizo otra cosa que vivir en el pasado. 

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