jueves, 2 de junio de 2016

LAS FRUSTRACIONES OCULTAS

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La vida de Francisco podría decirse que había sido de lo más normal hasta la llegada de esta etapa clave en su realidad que transformó su mundo de la forma más sorprendente y afortunada. Contadas veces una persona de las características de Francisco había conseguido ver su existencia evolucionar con tanta felicidad sin haberlo proyectado nunca y sin esperar que el carro de la fortuna iba a llegar a su puerta para hacer un gratificante viaje en las entrañas de su corazón favorecido. La historia de este joven fue apasionada a partir de ese momento, había encontrado un destino que quizá no mereciera porque Francisco no había progresado ni hecho méritos en la vida como para disfrutar del mundo tan fascinante que le brindó Leticia, la joven universitaria que conoció y que se enamoró enloquecidamente de él. Pero esta relación necesitaba para consolidarse que Francisco rehaciera su vida con una actividad a la que Leticia le animaba, porque pensaba que en la vida había que hacer algo y no perder el tiempo en la vagancia y en el aburrimiento, actitud peyorativa de Francisco a juicio de Leticia. El amor había triunfado en ellos, se querían, se adoraban y Leticia observaba la sinceridad y nobleza de Francisco, su excelente buen humor y trato hacia ella que cada día la enamoraba más.

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Las virtudes de Francisco no eran suficientes para que el bienestar de la pareja diera sus frutos. Y fue cuando este joven se planteó prosperar, progresar y salir adelante con un trabajo, con una actividad que despertara en su novia más atracción por él y pudieran unir sus vidas, culminar sus sueños de amor, garantizar la verdad que necesitaba de este requisito para que todo fuera normal y su felicidad mutua la conquistaran más plenamente. Leticia le apoyó en todo momento y le refirió que ella no era nada materialista y no buscaba la ambición y el interés de sus otras compañeras de facultad hacia un joven; se mostraba menos exigente pero, no obstante, sí creía imprescindible que Francisco desarrollara una actividad laboral. Y, en efecto, el amor lo podía todo y Francisco comenzó a estudiar pese a que esto siempre le había sido muy difícil. Observó que podría conseguirlo y que tenía que sacrificarse para ganarse el amor de Leticia que le explicaba y le ayudaba todo lo que podía en los temas de las oposiciones que comenzó a prepararse.

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A Francisco le agobiaban totalmente las materias que estudiaba para los exámenes de estas oposiciones; le costaba un esfuerzo y una voluntad enormes poder obtener conocimientos y asimilar el contenido de estos difíciles, extraños y horribles temas que a cada momento se le atragantaban. La situación más incómoda se le presentaba siempre al tener que ponerse a estudiar, su estado de ánimo se ensombrecía cada vez que se veía en la obligación diaria de luchar con estos libros que le torturaban y le producían una sensación de rechazo y deseo de que llegara el día afortunado de no volver a verlos más. Leticia colaboraba todo lo que podía y Francisco se esforzaba porque ya lo hacía por amor, por llegar a disfrutar de su vida futura junto a Leticia que le hacía olvidar con su cariño y apoyo todas las tareas que estaba llevando a cabo. No comprendía como a su novia le podían gustar y dominar estas asignaturas que estudiaba en su carrera, algunas de las cuales estaban presentes en los temas de Francisco. Leticia no coordinaba en ese aspecto con su novio, ella les encontraba su belleza y encanto e intentaba que su amor de siempre las aprendiera para intentar lograr el proyecto de sus vidas.

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Llegó el día del examen después de seis largos meses para Francisco cuando hacía una semana que su novia no se ponía en contacto con él a consecuencia de una pequeña discusión que tuvieron, la primera por cierto desde que empezaron a salir juntos. Francisco no quiso verla ni llamarla tampoco para evitar que este malestar influyera en su situación psicológica a la hora de enfrentarse a la dura prueba de la oposición. Francisco hizo el ejercicio y quedó confuso y desconcertado de su realización. Ahora solo esperaba comunicarse con su todavía novia a ver cuál iba a ser el desenlace de su relación con ella. Una discusión así --pensó Francisco-- no es para tanto. Quería hablarle del examen, de las preguntas que habían caído, de su planteamiento a la hora de ir contestando, etc. Todos los consejos que Leticia le dio en su momento los tuvo muy en cuenta. Francisco los puso en práctica de la forma que mejor pudo ante la dificultad y la tensión que le produjeron las complicadas y escogidas preguntas sobre los temas que se había preparado.

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Francisco llamó a Leticia pero no se quiso poner al teléfono. Parecía ser que por el simple tropiezo que habían tenido, Leticia quería romper con el consolidado noviazgo de ambos. Hasta no mostraba el menor interés por saber el desarrollo del examen que Francisco había hecho por ella, por su ilusión, por el que era verdaderamente su amor y la razón de ser de su vida. Ante esta situación Francisco quedó en un absoluto desconcierto. Ahora que su vida podría cambiar si todo le saliera bien en las oposiciones, ahora que podría descansar del esfuerzo realizado y pasarlo en su compañía... ahora todo lo veía acabado. No pensaba ni quería darle vueltas al ejercicio de la oposición, no quería especular con él; lo hizo lo mejor que pudo y solo quedaba ver los resultados. Leticia y él no se volvieron a encontrar. A los dos meses Francisco fue a ver si habían salido los resultados. El ordenanza de la administración le dijo que probablemente se pondrían las listas de aprobados al día siguiente. Francisco quedó nervioso y preocupado al pensar que la frustración podría ser doble: suspender las oposiciones y perder a Leticia para siempre. Y así fue porque su desolación fue inmensa en aquel día lluvioso de otoño al saber que no había aprobado las oposiciones y al encontrarse a Leticia con un nuevo compañero que él conocía y que sabía que estudiaba la misma carrera que ella en la universidad.

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