viernes, 3 de junio de 2016

EL FILATÉLICO

A Joaquín le gustaba coleccionar sellos. Esta afición la descubrió muy tempranamente, siendo muy niño y la iniciativa fue suya, personal; no influyó en este tipo de entretenimiento ninguna otra persona, como suele ocurrir con otros coleccionistas que al observar a alguien que lo hace, se sienten atraídos, se ilusionan y deciden hacer lo mismo. O lo que es muy común, que sea un familiar como su propio padre o abuelo quien le introduzca en este hermoso pasatiempo. Siendo niño Joaquín fue contrario al resto de sus amigos y en vez de coleccionar estampas o cromos, prefería recortar los sellos de las cartas que llegaban a sus manos y guardarlos. Joaquín lo descubrió al ver los sobres que llegaban a su casa porque su familia recibía abundante correspondencia y tras observar varias veces su belleza, fue quedándoselos. Le gustaban mucho más que las estampas de fútbol, animales, etc. y además se enteró que al menos valían algo o que podrían adquirir valor con el tiempo, cosa que en el caso de los cromos, pegatinas y otros tipos de coleccionismo sería inexistente. Pronto se informó de cómo se debían manipular, el lavado de los sellos usados, su clasificación por catálogo, el uso de las pinzas, la utilización de una lupa para observarlos mejor y ahondar en los pequeños detalles, el poseer un clasificador donde guardarlos ordenadamente, y en definitiva, adquirir el material y los medios para confeccionar una colección vistosa que es el objetivo de toda persona que se inicia en este atrayente recreo. Siendo un adolescente contó con una curiosa colección de sellos usados y el dinero que recibía por parte de sus padres lo empleaba en material filatélico y en comprar los valores más raros o difíciles de conseguir que le faltaban para completar la que era su primera etapa de coleccionista. Una vez que quedó satisfecho con su ordenada y bien presentada reunión de sellos usados, decidió introducirse en el sello nuevo que sabía que era mucho más caro y que le costaría más tiempo y más esfuerzo. Pero de momento no se adentró plenamente y decidió solo comprarlos en las expendidurías filatélicas a su valor facial y de esta forma fue coleccionando las emisiones más recientes que llevaba al día. Pasaron cinco años y Joaquín tenía todos los sellos nuevos que se habían emitido durante este tiempo, pero contaba ya con muy pocos ratos libres para dedicarse a su pasión de siempre porque había comenzado a estudiar la carrera de Arquitectura. La colección quedó más olvidada, pero de vez en cuando le gustaba contemplarla y relajarse con su belleza después del intenso esfuerzo que dedicaba a sus estudios. Disfrutaba, sentía bienestar al ver sus sellos que tanto tiempo y dinero le habían costado y pensaba en llegar a ser un importante coleccionista en el futuro, sobre todo cuando terminara su carrera y su posterior trabajo como arquitecto diese los frutos deseados.

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